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Algunos fármacos como Ozempic se convirtieron en un fenómeno por su capacidad ayudar a perder kilos. Expertos advierten sobre los riesgos de este uso extendido sin control profesional
Hay medicamentos para bajar de peso con toma vía oral / Pexels
En las farmacias argentinas, una pequeña lapicera inyectable llamada Dutide se volvió protagonista silenciosa de un fenómeno de época. Se trata de la versión nacional del Ozempic, el medicamento a base de semaglutida que originalmente fue creado para tratar la diabetes tipo 2, pero que hoy arrasa en ventas por su potente efecto secundario: hace bajar de peso rápido. Fabricado por el laboratorio Elea y con un precio hasta un 80% menor al de su contraparte importada, Dutide no solo representa un hito en la industria farmacéutica local, sino también la punta del iceberg de un deseo colectivo cada vez más desesperado: adelgazar ya, sin escalas.
Desde su salida al mercado en mayo de 2025, el Dutide se vende como pan caliente. Las estimaciones más conservadoras proyectan que de las actuales 400.000 unidades anuales se pasará a 3 millones en cuestión de meses. Las farmacias reconocen que no dan abasto y las consultas médicas en torno a la semaglutida aumentaron drásticamente. Pero el dato de color no está solo en el balance económico: detrás del auge de estos fármacos hay una cultura que empuja a las personas a buscar soluciones inmediatas, aun a costa de su salud.
Los nutricionistas advierten que esta tendencia responde más al mandato de la delgadez que a una preocupación real por el bienestar. “La gente quiere verse flaca, no necesariamente estar sana”, resumen con crudeza. Según explican, el entorno social y los medios de comunicación contribuyen a instalar ideales de cuerpo que parecen inalcanzables sin atajos químicos. Es por eso que, frente a tratamientos prolongados que requieren planificación, ejercicio y una alimentación equilibrada, muchos pacientes prefieren la aparente simpleza de una inyección semanal.
Los psicólogos alarman sobre los efectos de esta búsqueda de gratificación instantánea. En un mundo acelerado, donde todo se mide en tiempos de respuesta cortos, el cuerpo también entra en esa lógica. “El mensaje es claro: si no adelgazás ya, estás fallando. No hay tiempo para procesos, hay urgencia por cambiar”, señalan. Esto explica por qué tantas personas caen en ciclos de dieta yo-yo, saltando de una estrategia a otra sin resultados sostenibles y con creciente frustración. Cada nuevo fracaso alimenta la ansiedad, y la ansiedad alimenta el consumo de estos productos como última esperanza.
Los médicos clínicos, si bien celebran la accesibilidad de medicamentos como Dutide para el tratamiento de la diabetes, manifiestan preocupación por su uso extendido en personas sin esa condición, especialmente sin el debido acompañamiento profesional. “No es un producto milagroso, ni está exento de efectos adversos”, remarcan. Entre ellos se mencionan náuseas, vómitos, pérdida excesiva de peso, y riesgos desconocidos a largo plazo en pacientes no diabéticos. Sin embargo, la presión del entorno, la viralización de resultados espectaculares en redes sociales y la promesa de adelgazar sin sacrificio pueden más que la prudencia médica.
Los sociólogos argumentan que este fenómeno es inseparable del sistema de valores que impera en el presente. En una sociedad donde la imagen personal tiene una importancia desmesurada y donde estar “en forma” se asocia con éxito, productividad y autoestima, perder peso rápido se vuelve una forma de validación. “La gordura, aún hoy, es estigmatizada. Y todo lo que prometa alejarse de ella, aunque sea a cualquier costo, es celebrado como un triunfo personal”, analizan. En ese marco, los fármacos que prometen modificar el cuerpo sin exigir una transformación integral de hábitos son recibidos con los brazos abiertos.
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Las redes sociales, por su parte, funcionan como catalizador del deseo colectivo. Los videos de “transformaciones” con semaglutida acumulan millones de vistas. La lógica algorítmica prioriza cuerpos hegemónicos, y los testimonios de éxito con estos medicamentos refuerzan la idea de que todo se puede lograr de manera inmediata. La inyección semanal se convierte, así, en una especie de salvación rápida que combina estética, control y promesa de cambio.
La urgencia por adelgazar no es nueva, pero adquiere nuevos contornos cuando se la mezcla con avances farmacológicos y un mercado que sabe capitalizar la angustia corporal. Mientras las ventas del Ozempic argentino se disparan, lo que también crece es la brecha entre lo que las personas esperan de sus cuerpos y lo que sus cuerpos pueden ofrecerles sin intervenciones externas. En ese desajuste, se juega no solo la salud física, sino también la emocional y simbólica de una sociedad que parece no poder tolerar la espera.
Hay preocupación por el uso extendido en personas sin la condición necesaria para aplicárselo
Hay medicamentos para bajar de peso con toma vía oral / Pexels
La versión argentina también puede aplicarse de forma inyectable / Freepik
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