

Más allá del contenido, la lectura en libros físicos asegura una experiencia / Freepik
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El síntoma de inmediatez de la época, las redes sociales y la atención fragmentada explican tanto la crisis como la persistencia de la lectura
Más allá del contenido, la lectura en libros físicos asegura una experiencia / Freepik
En una época dominada por pantallas, los libros físicos siguen ahí. ¿Qué lugar ocupa la lectura pausada en un mundo diseñado para lo inmediato?
“Creo que siguen tan vigentes los libros físicos porque son un refugio. Un descanso ante este mundo de pantallas y de luz y de sonido”, afirma el escritor platense José Supera. En un gesto casi romántico, reivindica al libro como una pausa necesaria, como un ejercicio que exige algo que la tecnología ya no demanda: imaginación, paciencia, entrega.
Desde otra perspectiva, pero con puntos en común, el profesor y editor Facundo Stazi observa: “Con la vida que estamos llevando no hay tiempo para leer un libro. Entonces ahí sí juega un rol el celu, que está con nosotros en el bolsillo”. La lectura, entonces, se fragmenta. Se acomoda a los huecos.
La discusión sobre la vigencia del libro físico no puede escindirse de un fenómeno mayor: el cambio radical en nuestros hábitos de atención. La velocidad con la que se consumen contenidos en redes sociales, la lógica del scroll infinito y la ansiedad por la novedad moldearon un nuevo tipo de lector. “Mis alumnos adolescentes no pueden ver una peli sin mirar el celular unas tres o cuatro veces”, cuenta Stazi. “Todo les parece lento. Si no es Marvel, con explosiones constantes y un show ruidoso, no compite contra nada de lo que los tiene atentos. Imaginate un libro”.
Supera, por su parte, señala que la pantalla “es la gran enemiga de la literatura”, y aunque lo dice “en soñador”, hay una verdad detrás: “El ojo está acostumbrado a otra cosa. Está esperando otra cosa de la pantalla. No está esperando el refugio de la literatura, la calma de la literatura”.
Esta atención fragmentada no solo afecta qué y cuánto leemos, sino también cómo lo leemos. Stazi insiste en que hoy “estamos más dispuestos a un texto corto, concreto, directo”.
Más allá del fetichismo por el objeto, el verdadero dilema no parece estar en el soporte, sino en la existencia misma del lector. “En esta discusión entre el libro en papel o el libro digital, lo que más me preocupa es la muerte del lector”, dispara Stazi. Lo que está en juego no es solo si se prefiere tinta o píxeles, sino si aún hay lugar para el hábito profundo de la lectura en medio de una cultura que prioriza la rapidez, el impacto visual y la multitarea.
En ese sentido, tanto Stazi como Supera coinciden en que la experiencia del libro físico genera un vínculo más sensorial, más humano. “El ojo está cansado de tantas pantallas, pero no nos lo va a decir nunca”, advierte Supera. “Es nuestro cuerpo el que va a sentir algo distinto cuando pasa las páginas de un libro, cuando toca una obra esculpida, cuando ve cuerpos moverse en una obra de teatro”.
La lectura en papel, entonces, no es solo lectura. Es también resistencia. Es contacto, es ritmo, es latido. “Entrar en un libro donde nos propone algo totalmente distinto, que son letras que nuestra cabeza decodifica y transforma en historias, es algo tan mágico, tan maravilloso... por eso nuestra mente nos lo sigue pidiendo”, agrega Supera.
La vigencia del libro físico no depende entonces de su funcionalidad, ni de su capacidad para competir con una pantalla. Depende del deseo. De lo que todavía buscamos cuando apagamos todo y nos sentamos a leer. Aunque sea por un rato. Aunque el mundo allá afuera siga corriendo.
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