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Parejas abiertas del 2025; libertad, confianza y deseo: los sentimientos fundantes

“No es lo mismo ‘relación abierta’ que ‘poliamor’”, “queríamos la libertad de elegir estar con el otro” y “siempre me pareció absurda la idea de fidelidad”: tres declaraciones sobre cómo se construye una relación sexo afectiva con apertura diferente a la monogamia

Parejas abiertas del 2025; libertad, confianza y deseo: los sentimientos fundantes
14 de Septiembre de 2025 | 06:27
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Así podría describirse el virtuoso circuito de conocer a una persona: verla una, dos, tres, varias veces más. Disfrutar los encuentros. Pensar en el futuro, aunque sea mínimo. Hacerse la pregunta: ¿sigo? ¿Vale la pena? ¿Qué quiero yo? En el medio, dejar circular el diálogo, las inseguridades y el miedo de estar perdiendo el tiempo; de abandonar el paraje seguro de la individualidad.

Una vez superado esa primera instancia y en una pasado común que se inclina por una forma tradicional de vincularse -sexo afectivamente-, lo siguiente parecería ser irreductible. O no.

Desde hace algunos años, la pregunta “¿qué somos?” dejó de tener una respuesta. O mejor dicho, una forma de llevarlo a cabo.

Así, términos como poligamia o relaciones abiertas, se establecieron como formas reales de vincularse.

En la Ciudad, son muchos los que eligen esta modalidad para tener una relación.

Confianza, diálogo, libertad y deseo son los sentimientos y las causas que más repiten a la hora de explicar el por qué. Ojo, las relaciones abiertas también tienen reglas y convenios que hay que respetar. Aquí, tres historias de platenses que, eligieron ocultar su nombre pero no su forma de amar.

 

"LO QUE YO SIENTO ES COMODIDAD"

“Tengo una relación abierta. No es poliamor, no buscamos tener varias parejas al mismo tiempo ni sostener vínculos paralelos. Es algo más simple -y a la vez más complejo-: la posibilidad de, en un momento dado, estar con otra persona, sin que eso implique un quiebre en lo que tenemos. Lo hablamos desde el principio: no se trata de salir a buscar, sino de aceptar que, si surge, está permitido.

Cuando empezamos a vernos más seguido, en plan de chongueo, yo en lo personal no estaba con otras personas. Estaba con ella y quería seguir conociéndola, quería profundizar ese vínculo. Pero también sabía que no podía prometer que nunca iba a sentir deseo por alguien más. Lo decidimos juntos: queríamos nuestra libertad, la de cada uno, y también la libertad de elegir al otro a pesar de eso.

En este tipo de acuerdos el diálogo es constante. En la monogamia los límites parecen más claros, pero acá hay que ponerlos en palabras. Por ejemplo, yo prefiero no saber si ella estuvo con otra persona, a menos que quiera contármelo. En su caso, a ella no le molestaría saberlo si yo decidiera compartirlo. Desde el inicio nos dijimos que podía ser difícil, que quizás en algún momento alguno quisiera volver a una relación cerrada. Y que estaba bien: lo importante era hablarlo.

Obvio que hay dudas, tropiezos, inseguridades. Pero lo fundamental es la confianza: no solo en uno mismo, sino en que el otro no va a actuar con mala intención. Entendemos que puede haber errores, y que el cuidado afectivo tiene que estar siempre en primer plano. El diálogo, otra vez, es lo que sostiene todo.

Para mí, el balance es positivo. En otras relaciones me pasaba que ir a una fiesta o a una juntada se volvía algo tenso, lleno de restricciones implícitas. Ahora no. Y ojo: no tengo nada contra la monogamia, ni creo que exista una forma de relación que sea mejor que otra. Monogamia, poliamor, relaciones abiertas: ninguna es buena o mala en sí misma, y no todas funcionan para todas las personas.

Lo que yo siento es comodidad. La tranquilidad de saber que mi deseo no está coartado y que, al mismo tiempo, elijo estar con ella. Esa posibilidad de elegir todos los días es lo que lo hace valioso”.

 

"EL DESEO TIENE UN LUGAR DE HONESTIDAD"

“Nuestra relación es abierta, pero con un matiz: podemos estar con otras personas, sí, pero no construir con ellas lo que tenemos entre nosotros. No se trata de tener otros novios o parejas paralelas, ni de involucrar sentimientos profundos. El acuerdo es ese: la libertad sexual existe, pero el compromiso afectivo es entre nosotros.

El balance, para mí, es positivo. Lo elijo incluso hoy que convivimos. ¿Cómo se sostiene? Como cualquier vínculo: con confianza. Es parecido a la monogamia en un sentido. Ahí uno confía en que la otra persona no va a chaparse a alguien más. Acá confío en que, aunque pueda tener encuentros con otros, no va a poner en juego lo que tenemos juntos.

Para mí lo central es que nuestra relación se define por lo que pasa entre nosotros, no por lo que él pueda hacer afuera. El deseo tiene un lugar de honestidad: no creo que mi pareja deba ser todo lo que yo quiero ni que yo deba ser todo lo que él desea. Nadie puede ocupar ese lugar absoluto. Y el deseo, además, se mueve: a veces está en la pareja, a veces no, y no necesariamente por otra persona. Puede estar puesto en el trabajo, en un proyecto, en uno mismo. Si pensamos que una relación tiene que ser el deseo absoluto, ¿qué lugar queda para todo lo demás que también nos mueve?

Entiendo la sexualidad en un sentido amplio: no solo el acto sexual, sino también el coqueteo, la charla, el beboteo. Una parte de eso la comparto con mi pareja, otra parte es solo mía, y otra parte se da con otras personas. Y está bien: no todo tiene que pasar por él, como tampoco todo lo suyo pasa por mí. Esa lógica de ‘no todo’ me parece clave para sostener lo nuestro.

En definitiva, para mí la diferencia entre monogamia y relación abierta no es tan grande. Lo importante sigue siendo lo mismo: la confianza, el trato, el deseo, el compromiso que acordamos. Si hay honestidad y libertad en relación al propio deseo, se puede construir algo sano en cualquier modalidad. Lo que no tiene sentido es sostener un vínculo en base a la deshonestidad, sea abierto o cerrado.

Yo me siento más libre en esta forma de relación. Más libre en relación a mi deseo y también al lugar que tengo en el deseo del otro. Lo nuestro se sostiene en un pacto claro y en una confianza recíproca. Y si él tiene algo con otra persona, mientras no ponga en juego lo que es nuestro, no es de mi incumbencia. Conviviendo, lo vivimos así: con acuerdos, con cuidado y con libertad. Y, la verdad, el balance es positivo”.

 

"LA IDEA DE FIDELIDAD ME PARECÍA ABSURDA"

“Hace siete años que estamos juntos y desde el inicio la relación fue abierta”, dice Abril, en diálogo con EL DIA, mientras remarca que no fue una decisión tomada a la ligera. “No nos sentíamos cómodos con la idea de que nuestra relación fuera monógama. Un poco por experiencias previas, otro poco por intuición. Encontramos en la opción de la relación abierta una forma de hacer de nuestro amor algo posible”.

Abril y su pareja eligieron lo que llaman una relación sexo-afectiva abierta: pueden vincularse con otras personas sin que eso ponga en riesgo el proyecto en común. “Tenemos alguna idea de lo que es el poliamor, pero nosotros elegimos quedarnos en la posibilidad de tener relaciones con otras personas sin que eso implique ampliar el vínculo familiar. Lo único que acordamos es no tener otros novios o novias. Eso sería romper el pacto”, explica.

Los acuerdos no son papeles firmados ni contratos: “Trato no sé, che. Hacemos acuerdos. Y es un trabajo de día a día”, resume. Para Abril, el diálogo es el centro de esa construcción. “Siempre, en cada relación. Pero me parece que las relaciones abiertas te obligan a hacerte un poco responsable de sostener el diálogo: decir lo que te pasa, lo que te gusta, lo que no querés. Eso nos lleva a estar muy pendientes entre nosotros”, reflexiona.

La confianza no está dada, se construye. Y en este punto, Abril es clara: “Siempre me pareció absurda la idea de la fidelidad. Que una persona sea la única que te atrae sexualmente a lo largo de los años… sí, puede pasar, pero no me parece real para la gran mayoría. Ahí prefiero que sea libre el deseo. El compromiso se puede construir desde otro lado, por ende, la confianza”. A veces se les pregunta si no sería “más cómodo” simplemente ser monógamos. Ella no lo sabe. Lo que sí sabe es que, al menos por ahora, no tiene intenciones de probar esa forma de vínculo. “Mi balance es positivo, pero porque creo que es un modo de vivir las relaciones que realmente se ajusta a mí y no al revés. No me siento cumpliendo un mandato ni un rol. Obviamente lleva mucho trabajo y es agotador por momentos. Pero hoy lo elijo”, dice.

 

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