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Política y Economía |El accionar de grupos militares encabezados por Uriburu y Justo

La crisis del 30, una excusa para derribar el gobierno de Hipólito Yrigoyen

La crisis del 30, una excusa para derribar el gobierno de Hipólito Yrigoyen

La crisis del 30 fue el pretexto para derrocar a Hipólito Yrigoyen / web

24 de Marzo de 2024 | 01:34
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La crisis económica desencadenada en todo el mundo tras el crack de la Bolsa de Valores de Nueva York, producida el 24 de agosto de 1929, ocasionó la caída de los precios mundiales de los productos agropecuarios argentinos y del volumen de sus exportaciones.

La Gran Depresión afectó especialmente a la Argentina por el repentino descenso de la demanda europea y estadounidense de sus productos ganaderos. Los ingresos aduaneros se desplomaron y el gobierno tuvo problemas para pagar a los trabajadores públicos.

Este repentino cuadro de crisis económico y social, coincidió en nuestro país con el segundo año de una nueva presidencia de Hipólito Yrigoyen.

Y la primera víctima del malestar de los sectores más acomodados del país por la crisis económica fue la democracia: el 6 de septiembre de 1930, un grupo de militares encabezados por los generales José Félix Uriburu y Agustín P. Justo derrocó al presidente Hipólito Yrigoyen utilizando como excusa a esa crisis.

Yrigoyen había sido reelecto presidente en 1928 con el 61,42% de los votos frente a 34,8% del antipersonalista Leopoldo Melo. Fue un triunfo avasallador ya que ganó en 14 de las 15 provincias argentinas. Un verdadero plebiscito en favor del caudillo radical.

Su popularidad en la clase media urbana y en amplios sectores de la clase obrera, le posibilitaron ganar esta elección prácticamente desde el llano. Ya que no solo tenía la oposición de los radicales antipersonalistas sino de prácticamente todo el arco político, de izquierda a derecha.

 

Dos años después del golpe que tumbó su gobierno en 1930, Hipólito Yrigoyen falleció

 

A partir de la crisis desatada en la bolsa de Nueva York y la posterior depresión económica mundial, núcleos militantes de la derecha (que ya habían formado comandos antiobreros durante los incidentes de la Patagonia y en la Semana Trágica, durante su primer gobierno) comenzaron a conspirar abiertamente junto a algunos oficiales militares y radicales antipersonalistas. Marcelo T. de Alvear, no participó de esta conspiración. Durante el último año del gobierno de Yrigoyen estuvo en Europa.

Yrigoyen – que contaba con 78 años cuando inició su segunda presidencia - enfrentó la agresiva orquestación de fuerzas opositoras, inspiradas desde el Senado, donde la oposición era mayoría, y desde la prensa nacional, como los diarios Crítica y La Fronda.

A mediados de 1930, 44 diputados de diferentes tendencias, socialistas independientes, liberales, conservadores, hicieron conocer un manifiesto de crítica y reclamo al gobierno, al que pronto se sumaron los radicales antipersonalistas. Acusaban a Yrigoyen de haber violado la constitución y exigían su renuncia.

Trama golpista

La UCR había perdido las elecciones parlamentarias de abril, e incluso tuvo una resonante derrota en la ciudad de Buenos Aires frente a los socialistas. Desde entonces la trama golpista se apuró aunque el historiador Félix Luna señaló que ya estaba en marcha desde hacía muchos años.

“Sería un error suponer que la conspiración cuya actividad culminó el 6 de setiembre de 1930, tuvo una rápida gestación. La conspiración tenía años de preparación: siete u ocho, por lo menos. Ya en 1924, cuando se evidenció el divorcio entre Yrigoyen y Alvear, muchos políticos pensaron que si el presidente fallecía eventualmente o no podía ejercer el mando por cualquier razón, el ejercicio del poder por parte del vicepresidente Elpidio González significaría el retorno del temido yrigoyenismo”. (Félix Luna, Yrigoyen).

Qué representó Yrigoyen

Yrigoyen siempre representó una figura controversial para los sectores más acomodados de la sociedad argentina. Historiadores radicales como Hebe Clementi, Gabriel del Mazo y el propio Félix Luna escribieron sobre cómo a los conservadores les quedó clavada la espina del triunfo de este caudillo popular en las elecciones de 1916, con el 49% de los votos emitidos.

Su asunción como Presidente, el 12 de octubre de 1916 y a seis meses de la aplicación de la Ley Sáenz Peña (que significó la instauración del voto secreto en la Argentina) fue una fiesta popular. Ese día su carro presidencial fue llevado a la Casa Rosada arrastrado por una multitud que deliraba ante su figura.

Durante su mandato se aprobaron la reforma universitaria, la creación de YPF y la defensa del petróleo, la jornada laboral de 8 horas, las primeras leyes previsionales, la creación del banco agrario, la sanción de la ley de arrendamientos agrícolas, el ferrocarril a Huaytiquina (Salta), y el establecimiento de más de 3.000 nuevas escuelas.

Todo ello con un Congreso opositor, con sólo cuatro gobiernos provinciales de su mismo signo político, y con una prensa despiadada en continuo ataque.

Para Hebe Clementi hubo una palabra clave que Yrigoyen utilizó para graficar su lucha contra el régimen conservador: reparación. “La reparación – dice Clementi- es el nudo gordiano del ideario de Yrigoyen. Es la matriz generadora de la acción, que se orienta hacia la restauración de un pasado áureo, impreciso pero originario… Es un impulso reparador, cumplimentador de un destino, una especie de proa hacia la acción que conduce a la realización de la Nación”.

La reparación fue la aplicación del sufragio universal, secreto y obligatorio. Este instrumento jurídico establecido por la Ley Sáenz Peña, es una conquista que le fue arrancada por el radicalismo al régimen y que incluye a los por entonces excluidos políticos.

La reparación es la reivindicación del honor de la Nación, la reasunción de sus atributos morales, la restauración de sus instituciones, la elevación de las clases trabajadoras, el restablecimiento de su soberanía. También es darle derechos a los que menos tienen “armonizados con los poderosos, que lo tienen todo” (Hipólito Yrigoyen, Mi Vida y Mi Doctrina).

 

“Sería un error suponer que la conspiración tuvo una rápida gestación”

 

Como expresó el politólogo Jorge Bolívar, “el yrigoyenismo tiene una cosmovisión movimientista, propugna la justicia social, al declarar nuestra neutralidad ante la primera guerra ejerce la soberanía política, pero no alcanza el objetivo de concretar la independencia económica, lo que impide erigirse en un proyecto en sí mismo. Sin embargo, es innegable que constituye la bisagra hacia el nuevo proyecto industrialista que años después verá luz”.

Andamiaje económico

Para la historiadora platense Noemí Girbal de Blacha, tanto los gobiernos de Yrigoyen como el de Marcelo T. de Alvear mantuvieron el mismo andamiaje económico que heredaron de los gobiernos conservadores. “Los gobiernos radicales mantuvieron, en líneas generales, el bagaje legislativo elaborado a partir de la conformación de la Argentina moderna. El punto fundamental del discurso radical, es decir, la reparación, comprendía a los aspectos institucionales del poder político pero no se dirigía a modificar la estructura socioeconómica del país”.

 

Yrigoyen había sido reelecto presidente en 1928 con el 61,42 por ciento de los votos

 

No obstante, la política nacionalista en materia petrolera con la formación de Yacimientos Petrolíferos Fiscales, dirigida por el General Enrique Mosconi, y su actuación en favor de los dirigentes sindicales como fueron las huelgas ferroviarias, introdujeron al Estado argentino como regulador de conflictos y de políticas económicas.

Para Felipe Pigna, “el golpe que el 6 de septiembre de 1930 derrocaría al presidente constitucional Hipólito Yrigoyen venía siendo anunciado mucho antes de que Leopoldo Lugones exaltara “la hora de la espada”. En ese discurso Lugones llamaría al Ejército -“esa última aristocracia”- a tomar las riendas, y la conspiración sentaría precedentes que lamentablemente iban a hacer escuela en la Argentina. Los golpistas del futuro aprendieron en el año 30 que la cosa debía empezar con el desprestigio del gobierno y el sistema a través de una activa campaña de prensa; asimismo, lograr la adhesión y el auxilio financiero de los grandes capitales nacionales y extranjeros a cambio de entregarles el manejo de la economía”.

Movilización popular

Dos años después del golpe que tumbó su gobierno en 1930, Hipólito Yrigoyen falleció. El sepelio del líder radical en 1932 fue una de las demostraciones más impresionantes de movilización popular del siglo XX. Su pueblo no lo olvidaba.

Así lo describió años después el expresidente Arturo Frondizi. “El día del sepelio fui junto con mi mujer a formar parte como un joven anónimo, de la gran columna popular. Desde la esquina de Tucumán y Callao vi pasar a miles de argentinos que acompañaban al gran caudillo. Hombres y mujeres de todas las edades y de todas las clases sociales. El espectáculo era imponente El espectáculo era imponente no sólo por la multitud sino por su composición humana. Me emocionó profundamente ver a la gente humilde sollozante, y una nota totalmente inesperada para mí, la presencia de una multitud de negros”. (Emilia Menotti, “Arturo Frondizi”).

 

 

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