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Política y Economía |No le alcanzó con ser honesto y hacer un buen gobierno

Illia no buscó el apoyo popular para enfrentar gravitantes factores de poder

Illia no buscó el apoyo popular para enfrentar gravitantes factores de poder

El ex presidente radical Arturo Illia sale de la Casa de Gobierno luego de sufrir el golpe de Estado / web

24 de Marzo de 2024 | 01:31
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En el golpe de estado contra el gobierno del presidente Arturo Illia intervinieron factores de poder internos y extranjeros que desde el inicio de la gestión radical comenzaron a imaginar el derrocamiento del gobierno que desde los primeros días de la gestión enfrento la oposición de varios total sectores.

En esa época, en la Argentina importantes grupos de gravitación económica y política coincidían en impugnar al sistema democrático mismo. Paralelamente el espejismo de la Revolución Cubana, encandilo a muchos, no solo jóvenes que creían necesario un régimen hasta más que autoritario para lograr el desarrollo económico y la igualdad de oportunidades desplazando del poder a la oligarquía y al imperialismo. Desde el nacionalismo derechista, coincidían en que la democracia era demasiado débil y, por lo tanto, ineficaz para enfrentar al castro comunismo, además de que acumulaba fracasos en el campo económico.

En 1963 surgió el Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP) liderado por César Masseti con la conducción militar de un cubano. Ese grupo estuvo infiltrado por agentes de la policía federal desde un comienzo y fue reducido poco después cuando se constató la participación de un militar cubano. Las Fuerzas Ramadas no intervinieron, aunque ya tenían planes previendo la aparición de grupos armados subversivos con el apoyo de Cuba. Antes, en agosto del mismo año, una escisión de la ultraderechista Tacuara asaltó el Policlínico Bancario de la ciudad de Buenos Aires a fin de obtener dinero para contribuir a la organización de la lucha armada. En la población en general todo ello no despertó mayores inquietudes.

Frente Nacional

La desconfianza en los partidos políticos de algunos grupos fueron la base de proyectos para crear un llamado Frente de Unidad Nacional. Después del levantamiento de la excomunión del general Perón supuestos personeros del general promovían un proyecto de ese tipo y el candidato sería un importante empresario y banquero muy vinculado con la iglesia. Desechada esa candidatura en las Fuerzas Armadas también se formuló un plan a ese efecto, pero el radicalismo se negó a que el candidato a presidente fuera un general. En una áspera reunión, tres altos oficiales de las Fuerzas Armadas, le dijeron a Balbín que era su responsabilidad el fracaso de ese proyecto solamente por la misión personal del platense. El presidente de la UCRP, acompañado por Antonio Tróccoli, fue enfático al contestar ‘’yo no seré candidato’’.

Asumido el gobierno, inmediatamente se vio ante un peronismo que reaccionaba ya que el gobierno militar le había impedido participar en las elecciones, la tensión en la sociedad creció y comenzaron a producirse críticas muy agresivas y una constante agitación, a pesar de que el presidente Illia se comprometió a convocar elecciones sin ninguna proscripción.

Las universidades nacionales en ese periodo gozaron de prestigio internacional por la presencia entre sus catedráticos de reconocidos científicos. Respetada su autonomía, se gobernaba de acuerdo a los postulados de la Reformar Universitaria de 1918 y las impaciencias y utopías juveniles se canalizaban generalmente en forma pacífica mientras se insistía en llevar a cabo manifestaciones para exigir un mayor presupuesto para las casas de altos estudios. El gobierno surgido del golpe de 1966 decretó la intervención de todas las universidades nacionales y cientos de profesores e investigadores de prestigio fueron echados. Muchos abandonaron el país, lo que significó una pérdida importante para el desarrollo de las ciencias en Argentina.

Augusto Vandor

El gremialismo peronista, liderado en un principio por el dirigente metalúrgico Augusto Vandor profundizaba su oposición total al gobierno y después de varias huelgas y planes de agitación, inicio uno de lucha en el que se preveía ‘’la ocupación de los centros de comercialización y de producción de alimentos para ser entregados a bajo costo’’. Algunos dirigentes, como Armando March, abandonaron sus cargos en la CGT y el mercantil luego explicaría que ‘’a medida que se obtenían satisfacciones a los reclamos más virulentas se volvían las acciones programadas’’.

El presidente Illia a poco de asumir anuló los contratos de concesión de extracción de petróleo a empresas norteamericanas. John Kennedy entonces envió a nada menos que Averell Harriman, un importantísimo diplomático que hasta había sido enviado especial a Europa de Franklin Roosevelt, para reclamar por los derechos de las empresas. Illia recibió la carta del presidente Kennedy que le traían y contestó que no habría marcha atrás pero que se seguirían todos los procesos legales correspondientes para indemnizar a las empresas por los equipos petroleros expropiados. La cuestión termino con la admisión de Kennedy de que esa era la solución.

 

A poco de asumir, Illia anuló contratos de concesión de extracción de petróleo

 

En el radicalismo, muchos dirigentes le hacían llegar su opinión al presidente de que actitudes de ese tipo debía ser acompañadas por movilizaciones populares que, mientras arreciaban las críticas de la oposición y los medios, demostraba que el gobierno tenía apoyo popular.

El precio de los medicamentos

Illia recibía criticas también desde el exterior por actitudes como las que asumió al congelar los precios de los medicamentos mientras realizaba una investigación sobre los costos de producción. La Argentina había enviado representantes a renegociar una deuda con el Club de Paris, pero la misma no fue acordada por la oposición de Suiza y la negativa de un solo país era suficiente para no refinanciar el crédito. Illia ordenó pagar los 70.000.000 de dólares que se debían y mantuvo la congelación de precios.

A pesar que el consumo per cápita aumentó el 10 por ciento en 1964 y el 7,4 por ciento en 1965, a pesar del crecimiento del producto bruto el gremialismo liderado por Vandor acentuó su oposición y comenzó a armar una estructura política que Perón interpretó como un desafío y envío a su esposa Isabel para respaldar a otros sindicalistas que se denominaron ‘’los leales a Perón’’. El metalúrgico llegó hasta presentar un partido en las elecciones provinciales de Mendoza en abril de 1966, pero fue derrotado por ‘’los leales’’ y eso significó la perdida de las esperanzas de varios sectores, entre ellos oficiales de las Fuerzas Armadas, de que podía existir un ‘’peronismo sin Perón’’.

La debilidad del gobierno

En esos comicios, en los que triunfo el partido conservador, el radicalismo salió cuarto lo cual profundizó más su debilidad ya que había perdido las elecciones legislativas de 1965 frente al peronismo.

En el ejército prevalecía el criterio de que Perón no debía volver al poder y que el gremialismo peronista era una valla de contención frente a la infiltración trotskista en los gremios obreros. El presidente Onganía dictaría después la ley que creaba las obras sociales administradas por los sindicatos reconocidos lo que acrecentaba su poder político y económico.

Dos meses después, y mientras arreciaba una gran campaña de acción psicológica iniciada tres años antes, se producía el golpe de Estado. Illia seguía negándose a denunciar a los conspiradores o que el radicalismo convocara a actos en defensa de la Constitución Nacional.

Denuncian la conspiración

Solo un grupo de jóvenes funcionarios, entre ellos Félix Elizalde, entonces presidente del Banco Central, Roque Carranza, Bernardo Grispun y Germán López, los tres últimos años después fueron ministros de Raúl Alfonsín, insistían en difundir que la decisión del golpe parecía tomada. Habían logrado la copia de una proclama revolucionaria que circulaba en los cuarteles proponiendo la instalación de un gobierno que durante diez años subordinara la Constitución a los objetivos de la Reorganización Nacional. Germán López la hizo llegar al diario El Día que fue quien finalmente la publicó, pero no se produjo la reacción esperada por los radicales.

El quiebre del orden constitucional fue acompañado por el silencio de la mayoría y el apoyo de dirigentes del gremialismo peronista, de la sociedad rural, de organizaciones empresarias, y del cardenal Caggiano.

Esa noche, la Argentina comenzó a vivir la pesadilla que costo miles de vidas durante 17 años.

 

 

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