En 7 años, más de 50 mil muertes por accidentes de tránsito en el país

Drama, flagelo, epidemia. Para Rodrigo no hay palabra que pueda explicar el dolor en carne viva que deja la locura del tránsito y sus muertos de todos los días. No hay palabra porque tampoco hay razones que lo hagan entender. En 2005, su hermano fue atropellado y abandonado en la calle. Murió enseguida. Con la herida todavía abierta por semejante pérdida, hace poco, a mediados del mes pasado, Rodrigo fue a visitar a su hermana y, mientras la esperaba en su casa de City Bell, ella sufrió la misma y desgraciada suerte que años atrás había sufrido su hermano mayor. Fue atropellada y abandonada por un motociclista. “De la misma manera”, repite Rodrigo, todavía consternado, sin poder salir del estupor por su drama doble y, con lo último que le queda de fuerza, pidiendo por testigos que hayan visto al asesino de su hermana.

Las secuelas, la discapacidad, las pérdidas económicas millonarias y el impacto en las familias afectadas, que quedan devastadas por la tragedia, son otras de las caras que se agitan detrás del drama

La historia de Rodrigo impresiona por la crueldad del destino pero es una de las tantas signadas por los siniestros viales en la Región y el país. Un problema que no para de crecer: hasta ayer, en lo que va de 2014 murieron en el Gran la Plata 92 personas víctimas de accidentes de tránsito, un promedio de casi 9 por mes.

Pero hay más: de acuerdo al seguimiento estadístico de la Asociación Luchemos por la Vida, en los últimos siete años (sin contar las muertes de este año, sino las que se registraron de 2007 a 2013) el país suma un total de 54.751 víctimas fatales en accidentes de tránsito. Drama, flagelo, epidemia. No hay palabras que alcancen para describir semejante desmesura.

“Y no tengo dudas de que en realidad los muertos son más”, advierte Daniel Zucarelli, abogado y magister en Seguridad Vial y para quien “se debe tener en cuenta que los registros no contemplan las muertes sufridas semanas después del accidente. Si las contemplaran, la cifra de muertos sería todavía mayor”.

Desde la propia ONG Luchemos por la Vida se indica que son 22 las personas que mueren por día en el país como consecuencia de los accidentes de tránsito.

Estos decesos representan la cara más dramática de un problema que tiene otras aristas: el 80% de los traumatismos que se atienden en los hospitales de la Región corresponde a accidentados viales, según detallan desde el área de Emergencias del Ministerio de Salud de la Provincia.

Las secuelas, la discapacidad, las pérdidas económicas millonarias y el impacto en las familias afectadas, que quedan devastadas por la tragedia, son otras de las caras que se agitan detrás del drama, flagelo o epidemia de los accidentes de tránsito.

A la hora de explicar las causas se apuntan varios factores. Pero los expertos coinciden en algo: no hay una sola señal que indique que el problema pueda empezar a solucionarse en un futuro cercano. Al contrario. “Todo hace indicar que seguiremos empeorando”, subraya Zucarelli.

Entre las causas, entonces, se habla de un parque automotor que no para de crecer y, sobre todo, del aumento del número de motos. La cantidad de este tipo de vehículos en la Región se triplicó en el curso de los últimos años, según estimaciones de especialistas. Una de las razones es su fácil acceso: las motos se compran con amplias facilidades de financiación y los controles para que sus conductores usen cascos y respeten las normas no hacen más que desnudar la ineficacia de las autoridades a la hora de imponer los límites que marca la ley.

“La ciudad está saturada y necesitada de soluciones estructurales que no llegan -sentencia Zucarelli- Falta inversión en educación vial, en controles, en preparación del personal afectado y en infraestructura. Y a esto se suman factores culturales: los malos controles hacen que se cree una situación de anomia en la que cada cual pretende manejar como quiere. El problema de fondo, en ese sentido, es que se termina por creer que manejar es una cuestión individual y no social”.

El componente cultural no es un dato menor. Según estimaciones oficiales, de hecho, se calcula que el 30% de los conductores de nuestro país huye o intenta huir al instante después de atropellar a alguien, tal como hicieron quienes atropellaron a los hermanos de Rodrigo. Números al margen, las familias de las víctimas son quienes siguen esperando una respuesta del Estado para endurecer las penas de aquellos conductores que huyen En el rastreo de causas aparecen desde el crecimiento del parque automotor hasta las nuevas formas de conducirse por la calle, entre las que se destaca que se duplicó el uso de los celulares entre los conductores

Así, como tantas veces se describe y se ha dicho, vistos desde lejos parecemos moscas que, en la locura del tránsito, vamos y venimos cada vez más rápido y torpes. Un día cae una. O dos. Al día siguiente otra. Y otra. Es un drama, flagelo o epidemia en la que nos volvemos más chiquitos y vulnerables y a la que, como se dijo, la organización civil Luchemos por la Vida le adjudica, a nivel nacional, un promedio de 22 muertos cada día.

Como se dijo, en el rastreo de causas aparecen desde el crecimiento del parque automotor, el ritmo de vida alocado que impone la sociedad actual y hasta las nuevas formas de manejar o conducirse por la calle, entre las que, según hacen hincapié varios especialistas, se destaca que se duplicó el uso de los celulares por parte de los conductores y se triplicó en el caso de los peatones.

“En parte esta escalada es atribuible al incremento demográfico de nuestra ciudad”, se analiza desde la Fiscalía Nº10 de La Plata, a donde van a parar los accidentes viales considerados delitos culposos. Según la visión de esta dependencia estatal, el crecimiento de accidentes “no se corresponde con una modernización de los espacios disponibles para la circulación vial. Hoy esos espacios se ven sobrecargados durante todo el día y saturados en las llamadas horas pico”.

En tren de encontrar nuevas causas que expliquen el drama y complementen el diagnóstico que habla del crecimiento de la industria automotriz, los expertos también señalan, al menos en nuestra región, “la inexistencia de un medio público de transporte que sea moderno, eficiente y barato, que estimule a dejar el auto en casa a la hora de concurrir al trabajo”.

La falta de casco, el exceso de velocidad y el consumo de alcohol o drogas al conducir, se apunta, suelen funcionar como detonantes de este drama, de esta epidemia que no para de crecer y para la que, lo dicen sus propios protagonistas, ya no existen palabras que ayuden a dimensionar tanto dolor.

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