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Séptimo Día |ENTREVISTA A LEONARDO PADURA

“Lo ya escrito nos demuestra que los futuros son impredecibles”

Desde su casa en La Habana, el autor de “El hombre que amaba a los perros” habla de sus lecturas, de sus certezas literarias y de su profunda incertidumbre social

“Lo ya escrito nos demuestra que los futuros son impredecibles”

A Padura le resulta difícil obtener certezas sobre el porvenir / web

SERGIO MARELLI

17 de Febrero de 2019 | 09:10
Edición impresa

“El hombre que amaba a los perros” fue el libro que a muchos disparó la curiosidad de conocer más sobre la obra de Leonardo Padura y de seguir con atención cada uno de sus nuevos libros. Este escritor cubano, a diferencia de algunos compatriotas suyos, como Guillermo Cabrera Infante para quién Cuba -desde que decidió irse del país-, pasó a ser sólo recuerdo o pesadilla, vive parte del año en La Habana -en La Mantilla, un barrio cariado por los años, pero que aún conserva destellos de antiguas grandezas-, y allí conversamos largamente con él sobre su pasión por los libros y su mirada sobre la revolución cubana.

-Hay un capítulo del Quijote en el que el bachiller y el cura revuelven la biblioteca de Alonso Quijano procurando encontrar los libros que lo trastornaron, al punto de volver a ese buen hombre en caballero andante. Si uno revolviera la biblioteca de Leonardo Padura, ¿qué libros encontraría que lo convirtieron en el Leonardo Padura que hoy es?

-Mira, si revuelves la biblioteca física te vuelves loco porque tendrías que ir a casa de mi suegra, que está a siete cuadras de aquí donde hay un librero del piso al techo; tendrías que ir a la casa de mi madre, donde en el garaje tengo en las dos paredes libreros; aquí también, en mi garaje, donde también tengo un librero del piso al techo; a nuestra habitación y al vestidor donde también hay más libros, y al estudio donde están los libros con los que más trabajo - que no son precisamente los libros que más me han influido-, son libros que por lo general consulto por temas de información y cosas así. Si vas a la biblioteca que está dentro de mí, pues encontrarías tres estantes fundamentales: en un estante, novelas norteamericanas del siglo XX- Hemingway, Faulkner, Dos Passos, Fitzgerald, si seguimos avanzando en el tiempo: Carson McCullers, J.D. Salinger, Paul Auster, Philip Roth. Novelistas con los que aprendí y disfruto mucho su capacidad para contar historias. Creo que son los mejores contadores de historias de la novela contemporánea. Habría otro estante donde encontrarías escritores fundamentalmente latinoamericanos con los que he aprendido sobre todo el uso del idioma, la lengua española, que es mi instrumento de trabajo y una visión de lo americano. Allí hay autores cubanos como Alejo Carpentier- muy importante para mí la concepción suya de la historia-, Guillermo Cabrera Infante- muy importante a la hora de la construcción de la imagen de La Habana y la utilización de un lenguaje literario extraordinario-, pero también autores como Juan Rulfo, Mario Vargas Llosa -al que leo y releo sobre todo Conversación en la catedral-, Gabriel García Marquez, algunos autores argentinos, por ejemplo, acabo de releerme El túnel de Sábato en una reedición que se acaba de hacer y me sorprendió que todavía tuviera que leer la novela casi corriendo aun sabiendo desde el principio lo que pasa y habiéndola leído ya hace muchos años. También estarían Borges, Piglia, Soriano. Y hay un tercer estante donde están los escritores de novelas policiales, por supuesto los norteamericanos: muy importantes para mí Hammet y Chandler; muchos otros tal como Kent, Ross Macdonald; autores más contemporáneos como Henning Mankell, y los autores de otras lenguas, incluida la lengua española, como Manuel Vázquez Montalván, Robert Fonseca.

“No sería capaz de leer Papá Goriot, y tuve que leerlo en su momento porque se trataba de una aventura académica”

 

-Hablaste de estantes principales, lo que permite inferir que puede haber otros estantes.

-Hay un pequeño estante donde están los escritores existencialistas franceses: sobre todo Camus y Sartre, que en un momento fueron muy importantes para mí - ya hace tiempo que no los leo, tal vez tendría que volver a releerlos-. Pero la biblioteca con todos sus estantes está basada en una biblioteca que fue para mí muy importante: la Biblioteca Académica. La que conocí en mis años de estudiante preuniversitario, porque en Cuba había un programa de estudios que yo no sé si sigue existiendo o se ha transformado, en el cual el estudio de la literatura a partir de décimo grado y los tres años (once, doce y trece) te organizaban en el sistema literario universal de una manera muy coherente. Había un curso en décimo grado que era literatura española desde El mío Cid hasta la Generación del 27. Y ese curso te armaba una biblioteca a través de la cual tu podías segur el desarrollo de toda la literatura desde el proto inicio de los estados nacionales (a finales del Medioevo), pasando por todo el pre Renacimiento, Renacimiento, Barroco, Clasicismo, y llegabas hasta el siglo XX. Después, comenzabas con la literatura universal, La Biblia y los griegos, y terminabas con autores contemporáneos, el último creo que era Hemingway, El viejo y el mar, de 1954.

-¿En qué sentido fue importante esa biblioteca?

-En el sentido que me permitió leer libros que después difícilmente uno lee. Yo ahora no sería capaz de leer Papá Goriot, y tuve que leerlo en su momento porque era una aventura académica; o La tía Tula, de Unamono. Y me dieron una formación humanista muy importante que fue la base de determinadas preferencias sobre las que he vuelto y regresado, y vuelvo y regreso constantemente.

-¿En qué etapa de tu vida nació esa compulsión lectora?

-Realmente como pasión fue tardía. En el sentido de que siendo un muchacho de ocho, diez o doce años tal vez me habré leído alguna novela de Verne, Salgari, lo que se solía leer en esa época aquí en Cuba y creo que en buena parte de América Latina. Después descubrí un libro que fue una conmoción, El conde de Montecristo. En la adolescencia empiezo con lecturas de carácter académico. Los primeros años de mi vida hasta los dieciocho, más o menos, fueron para mí una etapa en la que el universo cultural era completamente utilitario o complementario, porque lo esencial era el juego de béisbol. Yo fui toda mi vida jugador de béisbol -nunca fui demasiado bueno-, pero tenía una enorme pasión y tengo un gran conocimiento sobre el béisbol y soñé, como muchísimos cubanos, en llegar a ser un buen pelotero y cuando me di cuenta de que no era ese el camino quise ser periodista deportivo y escribir sobre béisbol, y terminé estudiando literatura en la Universidad, leyendo mucho y al final escribiendo.

“La literatura policial es una de las expresiones preferenciales para mostrar la vida del hombre moderno”

 

-Caso parecido al de Osvaldo Soriano, Roberto Fontanarrosa y Eduardo Galeano, entre otros, que soñaban con ser jugadores de fútbol y como ése sueño los falló, recurrieron a un plan b: la literatura.

-¡Sí, es la misma parábola!

-Quedémonos un poquito más en el estante de escritores argentinos, nombraste algunos, a Ricardo Piglia, Osvaldo Soriano, ¿qué otros nombres caben en ese estante?

-Mencioné a Sábato, a Borges, sobre todo, el Borges narrador, que me gusta más que el Borges poeta. Soy un mal lector de poesía, porque a mí me interesa la narrativa, me interesa la capacidad de contar una historia o de construirla, y el lenguaje poético tu sabes que funciona por metáforas, por imágenes poéticas y su manera de crear un mundo que es diferente al de la narrativa, el relato o la novela. Y estos escritores que te he mencionado creo que son los fundamentales; después también está ese escritor de doble nacionalidad - o de ninguna- que es Horacio Quiroga, que también fue importante en un momento. La cuentística de Quiroga - sobre todo, los cuentos finales- me parece excepcional porque es un momento en que de manera muy inesperada se convierte en un escritor de vanguardia y empieza a experimentar con determinadas estructuras y lenguajes que no eran los habituales en su narrativa anterior de escritor realista con ínfulas de escritor de literatura fantástica.

-¿Con algunos de esos escritores argentinos tuviste relación personal?

-Con Piglia sobre todo, y con escritores más recientes como Guillermo Saccomanno o el ex flaco Sasturain –por quienes siento un gran afecto- ; colegas con los que hemos estado juntos en encuentros de literatura policial.

“Soy un mal lector de poesía; a mí me interesa la narrativa, la posibilidad de construir una historia”

 

-Juan Sasturain sacó recientemente “El último Hammet”, una novela que tiene como protagonista a Dashiell Hammet, y vos aludiste a un tercer estante que era el de la literatura policial. ¿Se sigue viendo a la literatura policial como un subgénero?

-Yo creo que eso está superado, que ese prejuicio únicamente subsiste en círculos demasiado retrógrados y con demasiadas ínfulas culteranas. Mira, yo este año fui jurado del premio Princesa de Asturias, que gané en el año 2015, y resultó ganadora Fred Vargas, la escritora francesa; en el año 2013, había ganado el premio Princesa de Asturias, John Banville. Es decir, en los últimos cinco premios de Asturias, tres hemos sido escritores cercanos o participantes de la novela negra o la novela policíaca, y es uno de los premios más importantes y más prestigiosos que se dan en el mundo literario y en el mundo hispanoamericano, junto con el Premio Cervantes. El Premio Cervantes el año pasado lo ganó Sergio Ramírez que ha escrito también novelas policiales. Yo creo que únicamente una mirada muy desfasada no consideraría lo importante que ha sido el género en la literatura de los últimos treinta años, sobre todo a partir de la aparición de escritores como Vázquez Montalván, como Paco Ignacio Taibo, Rafael Ramírez Heredia, José Pablo Feinmann; en fin, escritores de nuestro contexto, fundadores de ese movimiento de la Nueva Novela Policíaca como el caso que ya te he mencionado de Rubén Fonseca. Pienso que la literatura policíaca ha ganado un espacio en la medida en que se ha convertido en una literatura de marcado carácter social y una de las expresiones preferenciales para mostrar la vida del hombre moderno, la ciudad moderna, con todas sus incertidumbres, sus miedos, su violencia, sus tensiones.

“Yo fui toda mi vida jugador de béisbol. Nunca fui demasiado bueno, pero tenía una enorme pasión”

 

-Sé que ibas a escribir un libro de apostillas sobre “El hombre que amaba a los perros”. Contanos de eso.

-No, finalmente no escribí un libro. Hice un ensayo de unas cuarenta páginas o, más bien, una serie de anotaciones que va a salir dentro de un libro de ensayos que publicaré a finales del primer trimestre del año próximo con Tusquets Editores –así que va a salir también en Argentina-, y se va a llamar Agua por todas partes. El título alude a un verso del poeta cubano Virgilio Piñera -que vivió varios años en Buenos Aires, como bien sabes- y que escribió un poema muy importante que se llama La isla en peso, donde están los versos que dicen “y la maldita circunstancia del agua por todas partes”. Es un libro sobre mi arte narrativo, mi visión de la literatura y hay por eso textos referidos a novelas como El hombre que amaba a los perros, Herejes, la creación del personaje de Mario Conde, el personaje y la vida de José María Heredia( el poeta cubano protagonista de La novela de mi vida) y otros textos que están relacionados con el oficio de la escritura. Ahí están incluidas esas anotaciones que son historias que no cabían en la novela, pero que me parece interesante para el lector conocerlas, sobre todo el lector que leyó El hombre que amaba a los perros.

-En un momento de “La transparencia del tiempo” –tu última novela-, uno de los personajes- Elizardo- hablando de la Revolución cubana dice: “Este país está cambiando y va a cambiar más, tiene que cambiar más”. ¿Qué es lo más urgente que tendría que cambiar y cuan cerca se está de sus cambios?

-De cercanía no te puedo hablar. En un artículo periodístico escribí que “el horizonte cubano es un horizonte móvil”. Cuando crees que te vas acercando al mismo tiempo te vas alejando. Por ejemplo, hay un elemento totalmente deformante de la sociedad, de la economía y de la vida cubana que es la existencia de una doble moneda. Hace años se está hablando de la necesidad de la unificación monetaria y dicha unificación no se acaba de producir. Entonces, en mi opinión, la principal urgencia cubana es una urgencia de carácter económico. Ahora mismo, en estos días que tú estás aquí en Cuba, en La Habana prácticamente no hay pan ni huevos. Sesenta años después de la Revolución todavía tenemos problemas con el pan y los huevos, entre otras carencias. Hay que hacer un cambio de estructura económica para lograr una eficiencia que nunca se ha conseguido. Si ese cambio de estructura económica tiene que conllevar un cambio político, tendrá que haber cambios políticos. ¿Cuándo ocurrirán? No lo sé, lo que sí sé es que ha sido una situación de crisis la que hemos vivido desde el año 1990 hasta el presente de la cual no hemos salido. Este año se va a crecer apenas un 1% el PBI cubano, lo cual está muy lejos de lo que pudiera ser una cifra aceptable que sería un 5% o una cifra necesaria que sería 7% para poder salir de esta situación económica, una especie de casi recesión permanente que estamos viviendo y que la gente sufre en su vida cotidiana.

“Este año el PBI cubano va a crecer un 1%, lo cual está muy lejos de lo que pudiera ser una cifra aceptable”

 

-A ese diagnóstico y reclamo de Elizardo de que las cosas cambien, Mario Conde le responde con una pregunta: ¿Hay riesgo de que esos cambios que son tan necesarios para Cuba hagan que el país vuelva a ser lo que fue?

-El riesgo siempre existe. La historia no está escrita, el futuro es algo que está por concluir y lo ya escrito nos demuestra que los futuros son muy impredecibles , a veces, muy complejos y, casi siempre, inesperados. Fijate lo que pasó en la Unión Soviética en los años sesenta y setenta, quién iba a decir que algo así iba a ocurrir, o la felicidad de los alemanes democráticos que no era tal cuando terminaron derrumbando el Muro de Berlín. Es decir, siempre los peligros de los regresos históricos existen.

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A Padura le resulta difícil obtener certezas sobre el porvenir / web

El escritor cubano vive desde hace años en un descascarado barrio de la Habana, su lugar en el mundo /web

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