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Revista Domingo |CONTRATAPA

Mujeres y portazos

23 de Noviembre de 2014 | 00:00

Por ALEJANDRO CASTAÑEDA

afcastab@gmail.com

¿Las mujeres no saben guardar un secreto? Para ellas, el desamor es una tregua triste entre el desahogo y la denuncia. Esta semana bajó de cartelera un buen thriller: “Perdida”. Allí, una pareja se destruía puntualmente en medio de un torbellino de sentimientos desencontrados que iban más allá del amor-odio. En un momento, él pregunta por qué el amor se fue transformando en un escenario decepcionante, un espacio donde al final sólo importa hacerse daño. Ella responde: “Es así la vida en pareja”.

El jueves, Luciana Salazar dialogó con Jorge Rial. Cuando le preguntó por qué había tratado de ensuciar el futuro político de su ex, Martín Redrado, ella, con mucha sinceridad, respondió como la esposa de la película: “A veces una actúa por puro impulso, sólo con el ánimo de hacerle daño a quien hemos amado”. Se la vio apenada y desconcertada, sin saber por qué un día todo se marchitó y él amor se hizo dañino.

No siempre hay bronca en las despedidas: Agustina Kämpfer, por ejemplo, anunció así su separación del vicepresidente Amado Boudou: “Las cosas con Amado fueron cambiando y hoy no estamos juntos, se terminó”, le dijo a la prensa. “Amado está en mi corazón. Nuestro amor mutó en otro tipo de amor, muy respetuoso, muy fraternal, pero se terminó”. Y agregó: “En cinco años nos pasaron muchas cosas. La gran mayoría de las cosas que nos pasaron son cosas que le pasan a cualquiera, y algunas otras son cosas que no le pasan a nadie”. Sobre cómo impactó el procesamiento del Vice, contó: “La adversidad nos unió mucho, y creo que tal vez si nada de esto hubiera pasado, nos hubiésemos separado antes”.

Es decir, la crisis no sólo es parte del amor, también lo refuerza y lo legitima.

Y Erica García cargó contra su ex Ricardo Mollo porque él no la nombró en la entrevista que le hizo Matías Martin. Su carta es un ejemplo de desesperación romántica: “Quiero decirte que a una mujer que crió tus hijas con amor desde los 3 a los 13 años y mimaba y cuidaba mientras vos estabas ocupado con tu adicción (...) a esa mujer se la respeta (...); a una mujer que te acompañó en las alturas, infiernos, enfermedades y recuperaciones, tiempos de pobreza y riqueza ; a una mujer que literalmente te salvó de la muerte (lo sabemos todos), a esa mujer se la respeta”.

Pero la reina de las rupturas fue otra vez Lilita Carrió, más cerca siempre del “Bombita” de “Relatos salvajes” que de estas ex, transfiguradas por un adiós que les cambió la vida. Lilita fundó un grupo que se llama Unen, (“el sustantivo es excesivo”, diría Borges), un territorio donde el tironeo y los recelos parecen ser parte de un modelo en permanente revisión. Lilita abandonó de golpe a cinco hombres. Es como si se uniera solamente para empezar a disfrutar a cuenta del inevitable portazo. Más dichosa en el adiós que en las bienvenidas, sus arrestos muestran la capacidad vengadora de una figura que le suma tremendismo a una fábula moralizadora que parece agotarse en la pura estampida.

Mal o bien, ellas, otra vez, ajustaron cuentas con un staff varonil que, como es costumbre, ha preferido el repliegue estratégico o el silencio negador. Adioses comedidos, como el de Agustina, doloridos, como el de Erica, sorprendidos como el de Luciana, anunciados, como el de Lilita. No es que no sepan guardar secretos. Al contrario, sienten que están sobrecargadas de verdades y que necesitan explicarlas para explicarse ellas y dejar al descubierto la trama subrepticia de una hombría ladina.

¿El amor-odio está en decadencia? Las grandes tragedias amorosas de antaño han dejado su lugar a un pequeño festival de recelos y de Twitter que ponen el desconsuelo a la altura de una llorosa confesión ante cámaras. Ellas le dieron letra y música a esta vieja serenata de sueños y rencores. El gran amor, que en su disolución tenía algo de arrebato operístico, se ha convertido en un desfile de aclaraciones y desmentidas que necesita a cada rato ir actualizando penas y despojos. Agustina, Luciana, Erica y Lilita saben que no son las únicas que deben negociar un horizonte de adioses, rupturas y despojos.

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