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“El médico recién graduado tendría que atender dos años en el interior”

Joel Vigo, cardiólogo clínico con atención a pacientes durante seis décadas. Escritor, dibujante, pescador, fabricante de vinos. Sus obras fueron utilizadas por el escritor Gunther Grass, premio Nobel de literatura en 1999

23 de Noviembre de 2014 | 00:00

Por MARCELO ORTALE

“Claro que es muy importante el practicantado. Pero todo médico recién recibido tendría que ir a atender a lugares del interior, donde no hay médicos. Tendría que pisar barro y conocer a fondo el lado humano de los pacientes. No sólo sería importante para su formación, sino porque también hacen falta médicos en tantos lados. Yo sé que el sistema es de difícil instrumentación, pero es lo que haría. Ese médico no sólo va a ganar una gran experiencia, sino que se humanizará”, dice Joel Vigo, cardiólogo clínico ya retirado, con casi sesenta años de actividad en el hospital Italiano y en el consultorio de Los Hornos, donde vive desde siempre.

Habla como escribe –porque también es escritor- con un humor certero, con definiciones precisas, con una pasión y un entusiasmo envidiables. Se esmera en explicar por qué se llama Joel: su padre, Ricardo, que fue administrativo de Policía, que estudió canto en el Argentino y que fue un tenor lírico -”al que lamentablemente no grabé y eso me da mucha rabia, lo hubiera grabado cuando cantaba el aria de Pagliacci”- era también un gran lector.

Una de las novelas que leyeron su padre y su madre María Blanco, fue “Un billete de lotería” de Julio Verne, dice. “Y uno de los personajes de esa novela se llama Joel...nombre que les gustó. En realidad, tuve suerte. Si yo hubiera nacido mujer, me llamaría Hulda, que es el nombre de la protagonista mujer”.

La infancia de Vigo transcurrió en el tranquilo barrio de 18 entre 57 y 58: “allí me pasé la infancia jugando al fútbol, hasta entrada la noche, cuando encendían el farolito de la calle...Ahora leo que los jugadores profesionales se cansan si juegan cada tres días, resulta que se cansan mucho los que cobran...”

Se hizo hincha de Estudiantes, club al que siguió por todas las canchas. El primario lo hizo la Escuela N° 58 (de diagonal 74 y 57) –”una gran escuela, de la mejor época de la enseñanza pública”- y el secundario en el Nacional, en la década del 50, “cuando echaron a algunos grandes profesores, como Martínez Estrada, pero tuve la suerte de tenerlos a Mateo y Carlos Heras, entre otros”.

Una vez un conocido médico lo llevó a conocer la Asistencia Pública que quedaba en 4 y 51. “Me gustó, allí nació mi vocación por la medicina. Después trabajé en ella muchos años y aún nos encontramos para cenar, una vez al mes, quienes trabajamos juntos allá: entre otros le menciono a la Myrna Siviero, a mis colegas varones Graciozi, Lacunza, Gotelli y Dobrovsky, entre otros”

A los 25 años de su edad, recuerda, “me casé con una piba de 18 años, Irene Beatriz Dipangrazio”, que es su mujer, con la que tuvieron dos hijos: Graciela, profesora de filosofía de la UNLP y Gustavo médico. “Tengo la mejor de las nueras, Silvana, y el mejor de los yernos, Gabriel. Bueno, digo que son los mejores porque son los únicos...”. Hay además dos nietos –Juliana y Juan Manuel- y la primera acaba de darles un bisnieto Gaspar, nacido hace veinticinco días. Hace pocas jornadas Vigo presentó su último libro “Relatos y dibujos” y cuenta que su bisnieto estuvo en la presentación. Al hablar ante el público, el bisabuelo afirmó: “Gaspar dijo que él tenía que venir personalmente...”.

Hace pocos años fue declarado ciudadano ilustre de La Plata. Lo fue junto a unos diez profesionales que habían sido premiados como “Maestros de la Medicina” por el Colegio de Médicos. Al mismo tiempo, una editorial española lo seleccionó para ilustrar el libro “Europa se burla del racismo”, publicado en siete idiomas. Realizó ya unas 90 exposiciones de sus trabajos, todos realizados en tinta china.

Usted ha tenido una vida muy variada...

“Sí, disipada...sólo en cuanto a las actividades. Pescador, productor de un vino casero, de joven jugador de fútbol, médico claro, escritor, dibujante...Menos hacer de modisto hice cualquier cosa. Y todo me apasionó. Yo siempre digo que salí a mi madre que no tenía mucho juicio...”

Es muy interesante lo del vino...

“Si, bueno, mi mujer no opinaba eso...Tenía todos los elementos propios de una bodega, empezando por el trapiche. Yo compraba la uva en Mendoza y elaboré el vino durante unos diez años...Digamos que en toda la casa había mucho olor a vino...Vea, una vez me mandaron 50 cajones de uva que guardé en el garaje. Era verano y la uva perdía jugo...Así que hice la molienda lo más rápido posible y me ayudó un colega médico, que se vino con sus tres hijos que ayudaron en la tarea. Yo embotellaba con la colaboración de mi nieto Juan Manuel y etiquetaba después, o sea el trabajo completo. Digamos que hacía unas 200 botellas por año, que regalaba. Le digo algo: salía muy rico el vino”

Se ha mantenido siempre muy activo...¿Hace gimnasia, camina?

“No hago nada de gimnasia, pero sabe qué...mi casa tiene muchas escaleras. Las subo y bajo como cincuenta veces por día. Tengo mi habitáculo y mi computadora aquí arriba, así que por eso es que subo y bajo todo el tiempo”.

Usted ha sido un gran cardiólogo...¿Le puedo preguntar si fuma?

“Sí...fumo...Bueno, tan sólo unos cuatro o cinco cigarrillos por día, para darme un pequeño gusto”

¿Y con los pacientes que fumaban, cómo era usted?

“Era implacable, los retaba mal...”

¿En estos casi sesenta años de su vida profesional, en qué cambió la medicina?

“La revolución tecnológica, ese fue el gran cambio. Los sten, los marcapasos, la aparatología. A veces me parece un sueño todo lo que ha cambiado, ha sido todo revolucionario. Pero no sólo en mi especialidad...fijese usted una operación de cataratas...tarda más el trámite para pedir la operación que la operación misma. Sí, es como un sueño”.

Pero han crecido las enfermedades cardíacas...¿cuál es el motivo?

“En primer lugar, porque se diagnostican más. Por cierto que, además, la vida en la actualidad se ha vuelto más exigente y el estrés influye en forma decisiva. También la mala alimentación y el estilo de vida. Yo digo que la gente anda mucho en auto, que debería caminar más. A veces, al salir del hospital yo veía a un médico que se iba en auto y le decía “camine, camine que le hace bien...”. No me miraban de buena manera...”

¿Está conforme con su trayectoria o le quedó algo en el tintero?

“Estoy satisfecho, porque me esforcé mucho. Yo empecé como médico clínico, generalista. Tenía una gran clientela. Y después de ocho años decidí ser cardiólogo, o sea que cambié de especialidad. Me dediqué luego a la docencia con los residentes”.

¿Cómo fue su relación con los pacientes?

“Muchos de mis mejores amigos empezaron siendo pacientes míos. Creo en que debe haber una relación más humana del médico con el paciente. Muchas veces, al terminar la consulta, yo les decía: si no quedó conforme, vuelva mañana...Y claro que a esos no les cobraba la posible segunda consulta”.

Ahora se ha especializado un poco la medicina...

“Si, es así. Se me ocurre decir que el que tiene muchos médicos no tiene ninguno”

De todo lo que hizo y hace, ¿qué es lo que más profundamente siente?

“La respuesta es problemática, ahora dejé de ser médico...No me siento escritor, pero escribo. No me siento dibujante, pero dibujo”

No se siente dibujante pero nada menos que el escritor alemán Günther Grass, premio Nobel de Literatura en 1999 eligió dibujos suyos para ilustrar un libro de poemas...

“Si, me sorprendió y halagó mucho eso. Salieron publicados en Sirena, una revista de los Estados Unidos. El escribió unos poemas sobre tango y yo había hecho un dibujo de un bandoneón bailando un tango con el obelisco, están como enlazados en una postura tanguera. El verso de Grass empieza así: “Una orden como si viniese de arriba; el cuerpo que escapa del cuerpo/ extendido en su huida/ así somos arrastrados”.

¿Qué ha sido la vida para usted, qué es la vida?

“Siento la vida como algo que me ha colmado de placeres y de alegrías. Me siento un defensor incondicional de la vida”.

Su personalidad tiene rasgos propios de alguien que amó mucho las aventuras y también, un poco, ciertos rasgos muy creativos que tiene la vida...¿Cuáles fueron sus lecturas primeras y preferidas?

“El primer libro que recuerdo fue “Colmillo blanco”, de Jack London...Pero antes que eso, mucho antes, siendo muy niño me enamoré del Quijote...Mi padre todas las noches venía y nos leía, a mi madre y a mí, un capítulo del Quijote. Yo seguía con pasión esas lecturas, como si las estuviéramos viviendo en ese mismo momento...”

***

Ya superó los 80. Y cuando había pasado los 70 años de edad decidió aprender computación, para manejar la PC como lo hace ahora, con total dominio de su lenguaje. “Estudié con la licenciada Paula Romero y ahora me paso las horas frente a la pantalla”, dice. Allí están procesados sus escritos, sus más de tres mil dibujos, los videos que compuso con parte de su obra, los distintos íconos de la pantalla que incluyen una autodenominada carpeta de “censurados”, con textos tan divertidos como escandalosos. Pero después rescata un dibujo conmovedor que representa a “La Pietá” de Miguel Angel, nada más que en lugar del cuerpo yacente de Cristo ella, la Madre, sostiene a un bandoneón. Otra de sus obras que anda dando vuelta por Europa y el mundo.

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