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Opinión |SIRIA Y TURQUIA

La guerra, el horror y la esperanza del cambio

30 de Octubre de 2014 | 00:00
La guerra, el horror y la esperanza del cambio

Por RAFAEL VELAZQUEZ (*)

Aleppo y las ciudades del norte de Siria, son escenario de un laboratorio político y bélico donde luchan las milicias Kurdas, los miembros del frente Al-Nusra y el ejército de Assad. A ellos se suman la intervención con apoyo logístico de las potencias occidentales y algunos miembros de la Liga Árabe junto con Turquía. El gran enemigo común es el ISIS, mal llamado estado islámico. El resultado ha dejado a las ciudades en escombros mientras los aviones tripulados y los drones bombardean las posiciones del ISIS intentando detenerlo. Todos en un estado de guerra, en pos de defender territorios y sistemas políticos unos, y tratar de anexar territorios otros.

Kilis es una ciudad fronteriza pequeña, a la sombra de la ciudad de Gaziantep al sudoeste de Ankara, la capital de Turquía. Su cercanía con Aleppo en Siria la convirtió en el principal destino de millones de refugiados. A doscientos kilómetros al oeste sobre la frontera se encuentra Suruc, un pequeño poblado que vive de la producción de la colorida fruta de Granada y de su cercanía con Urfa, una ciudad pujante con casi dos millones de habitantes, a sólo quince minutos de la ciudad siria de Kobani.

Hemos tenido la oportunidad de estar en los últimos días en el epicentro de un conflicto regional de impacto global con una multidimensionalidad de actores. En el marco de un trabajo conjunto entre la Fundación Pro Humanae Vitae (FPHV) y la Fundación para la Amistad Argentino Turca, hemos recorrido las ciudades de Kilis y Suruc en Turquía y Kobani en Siria. El objetivo es dar visibilidad, desde la sociedad civil, a este flagelo que ya ha dejado el penoso saldo de miles de muertos y más de dos millones de refugiados.

SENTIMIENTOS

Luego de recorrer las ciudades y los pueblos, nos fuimos con una impresión doble. Una doble mirada y un doble sentir: el de la guerra y el de la miseria humana.

En Kilis la sensación era de indignación y dolor ante la miseria. Esa miseria no la representan los dos millones de refugiados de Siria, con su pobreza, enfermedades, mutilaciones del cuerpo y del alma. Se trata, en realidad, de la miseria humana expresada en falta de voluntad política, peligrosa ambición de ocupar territorios, absoluta falta de escrúpulos e indiferencia por la vida de las personas, sobre todo de los más carecientes.

Una vez que atravesamos la ciudad de Suruc en la frontera siria, llegando a la ciudad de Kobani, la sensación fue de estrés, de acidez estomacal ante el espectáculo de una guerra de guerrillas a trescientos metros de nosotros, donde cientos de sirios y turcos, con sus hijos, contemplaban impávidos el devenir de aviones, tanques y repetidas explosiones que nos obligaban a estar cuerpo a tierra.

Los balazos y las bombas que con su ruido silenciaron una ciudad entera, dejando escombros, muertos y una de las crisis sociales, económicas, políticas y humanitarias más grandes de este comienzo de milenio, teniendo como epicentro el surgimiento de uno de los grupos del neoterrorismo más salvaje de los últimos tiempos: el temible y descontrolado ejército del ISIS.

Las calles de esta pequeña ciudad en la periferia de Urfa (la ciudad del profeta Abraham, Suruc, con una población originaria de 100.000 personas) hoy se ven desbordadas por refugiados que triplican su población original. Allí, organizaciones como la ONG multinacional de origen turco Kimse Yok Mu mitigan el hambre y curan a miles de sirios que no poseen más que la ropa con la que huyeron del terror.

En Aleppo, a 50 kilómetros de la ciudad turca de Kilis, el panorama no es distinto; es más grave aún; más de dos millones de refugiados, mutilados y enfermos están en los campos donde miles de carpas se expanden hasta el horizonte sin límite alguno y sin una solución a corto plazo.

DAR LA VIDA

Tuvimos la suerte de conocer a Mussab, un joven de 19 años, el menor de once hermanos, dos de los cuales murieron en la lucha. Uno peleando por el PKK Kurdo y el otro para el Free Syrian Army. Su relato es escalofriante, impresiona su deseo de volver al campo de batalla y dar la vida por la causa que lo inspira o que lo obliga.

Ante la pregunta de si tenía miedo de morir, su contestación fue tajante: yo vuelvo a morir... En su mirada vi la injusticia sistemática mantenida en el tiempo por regímenes ausentes de humanidad, que han creado como consecuencia de la miseria, la exclusión, los discursos falaces casi siempre basados en la megalomanía, brindando la mejor base para la violencia irracional, la entrega servil de la vida y el terrorismo.

Todo este escenario orquestado siempre por los grandes intereses, que a veces miran impávidos, como desentendiéndose de lo que crearon por acción u omisión, pese a los intentos de la ONU para frenar la barbarie.

TRABAJAR POR LA PAZ

Si desde la sociedad civil no mantenemos viva la esperanza del cambio, de la justicia, de la equidad y de la inclusión social para el desarrollo, la paz no será viable ni podrá ser construida. La terminación de la indigencia, de la pobreza; una mayor equidad social, podría devolver la paz al mundo. La solución debe ser liderada por los poderosos del mundo, pero también por los líderes sociales.

Cada acción positiva, cada acto de paz, hacen la diferencia para convertir nuestro lugar y el mundo en sitios vivibles. Hay que informarse, participar, opinar, trabajar por un mundo donde triunfen la paz y el amor. El que quiere, puede cambiar; para que el hombre no sea verdugo del hombre.


(*) Fundador y director ejecutivo de la Fundación Pro Humanae Vitae

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