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Opinión |ENFOQUE

El hiperpresidencialismo, un mal vigente en el país

23 de Octubre de 2014 | 00:00
El hiperpresidencialismo, un mal vigente en el país

Por MARIANO SPEZZAPRIA

La reforma constitucional de 1994, de cuya sanción se cumplieron hace dos meses nada menos que 20 años, fue un intento por atenuar el personalismo que ha dominado al sistema político argentino. Pero con el paso del tiempo y de los gobiernos se verificó que “no tuvo grandes impactos sobre la forma de ejercer el poder” y en cambio, la Argentina desembocó en un “hiperpresidencialismo”.

A esta conclusión arribaron politólogos y profesores de derecho constitucional que debatieron sobre “el federalismo y la división de poderes” en una jornada en el Senado sobre aquella reforma, acordada por el entonces presidente Carlos Menem y su antecesor Raúl Alfonsín. El riojano buscaba ser habilitado para la reelección y el bonaerense introducir cambios de signo “semiparlamentario”.

Con ese objetivo, la instauración de la figura del jefe de Gabinete de ministros fue pensada como una suerte de “cuña parlamentaria dentro de un esquema presidencialista”, aseguró Osvaldo Pérez Sanmartino, un abogado y docente especializado en derecho constitucional que atribuyó el fracaso de esa institución a que -tal como se instauró- “se encuentra a tiro de un decreto presidencial”.

SIN PODER PROPIO

Por eso -dijo Sanmartino- no se puede recordar un jefe de Gabinete que haya tenido poder propio, derivado de un “acuerdo de coalición” entre el Poder Ejecutivo y el Parlamento. “No tenemos esa tradición política”, se lamentó. Pero destacó como un logro de la reforma “la autonomía de la ciudad de Buenos Aires”. Otra modificación fue la creación del Consejo de la Magistratura.

“La concentración del poder presidencial es un problema muy serio”, arrancó a su vez Martín D´Alessandro, quien afirmó que este fenómeno propio de la Argentina y Latinoamérica suele adjudicarse a que “las instituciones no funcionan de manera eficaz” y a la “cultura política que exalta los personalismos”. Y dijo que sólo “partidos políticos sólidos lo pueden equilibrar”.

“La morigeración del hiperpresidencialismo sólo llegará a partir de la fortaleza de los partidos políticos”, advirtió D´Alessandro. Este doctor en Ciencias Políticas y editor de la revista Postdata señaló que, de otro modo, todo queda librado al azar de que “un político que se encuentra en la punta de la pirámide de un sistema presidencialista se autolimite” en el ejercicio del poder.

Pero por lo visto, eso no sucedió en la Argentina. Ni siquiera lo promovió Fernando de la Rúa en el momento de mayor debilidad de la institución presidencial en la historia reciente, cuando en medio de la crisis que terminaría con su renuncia pudo ampliar su base de sustentación convocando a un jefe de Gabinete peronista. Aunque algunos sostienen que, en rigor, el PJ rechazó el ofrecimiento.

El ex director de la carrera de Ciencias Políticas de la UBA, Jorge Mayer, agregó otro elemento al debate: la “sobrecarga de apoyo electoral” que supone para un presidente haber sido electo en una segunda vuelta o ballottage. “Eso tiende a la fragmentación de la oposición y por ende atenta contra el bipartidismo”, remarcó Mayer en la jornada organizada por la Convención Nacional de la UCR.

La figura del jefe de Gabinete fue pensada como una suerte de “cuña parlamentaria dentro de un esquema presidencialista”

“Así se consolida la idea de que la política consiste en destruir al otro, en lugar de ponderar la necesidad de los consensos que revisten de legitimidad”, sostuvo Mayer. A su vez, la diputada Patricia de Ferrari hizo notar que distintos presidentes tomaron atribuciones propias del Congreso y las Provincias, lo que “atenta contra el federalismo y convierte a los gobernadores en delegados”.

En la misma línea, la legisladora cordobesa recordó los Aportes del Tesoro Nacional (ATN) instaurados por el Gobierno menemista en los años ´90 para “financiar en forma discrecional” a las Provincias y también apuntó la sanción de los denominados “superpoderes” que De la Rúa le reclamó al Congreso para otorgárselos a Domingo Cavallo en medio de la debacle económica.

Los “superpoderes” continúan vigentes en la actualidad y le permiten al Poder Ejecutivo -a través del jefe de Gabinete- modificar partidas del Presupuesto nacional sin consultar al Congreso. Así, esa figura instaurada por la Constitución reformada en 1994 termina siendo, paradójicamente, la herramienta que le posibilita al Poder Ejecutivo avanzar sobre las atribuciones del Parlamento.

Y que el jefe de Gabinete se encuentre obligado a asistir al Congreso a informar sobre la marcha de la administración nacional, no alcanza para compensar a los legisladores el hecho de no contar con información válida sobre las distintas áreas de gestión. El caso paradigmático es la inflación. “El príncipe ha conseguido convertirse en una máquina aspiradora de derechos”, dijo De Ferrari.

En definitiva, el debate sobre las consecuencias de aquella reforma constitucional terminó planteando la dicotomía entre “gobernabilidad” y “calidad institucional”, dando por sentado que en los últimos 20 años se impuso la primera categoría de forma tal que socavó a la segunda. De ese caldo de cultivo se nutrió el hiperpresidencialismo que tanta polémica despierta en la actualidad.

Pero las propuestas del filósofo y jurista Carlos Nino -desde el Consejo para la Consolidación de la Democracia en los años ´80- ya forman parte de la memoria política argentina y tal vez puedan ser retomadas en el próximo período presidencial, ya que está a la vista que el país necesita mejorar las alteradas relaciones oficialismo-oposición y sobre todo, entre la Nación y las Provincias.

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