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Séptimo Día |ESCENARIO INTERNACIONAL

El drama de las violaciones en la India

Nueva Delhi, capital del país, es escenario de brutales agresiones sexuales contra mujeres. De hecho, el país asiático es la tercera nación del mundo con más casos de esta naturaleza. El complejo entramado de un flagelo social

19 de Octubre de 2014 | 00:00

El 16 de diciembre de 2012, Nueva Delhi fue testigo de un suceso que la consagraría como “la capital de las violaciones” a ojos del mundo: el atroz forzamiento en grupo de una joven estudiante de Fisioterapia, que poco después perdió la vida a causa de las heridas.

La brutalidad del caso hizo que diese la vuelta al mundo y abrió un debate internacional acerca de las causas que motivan el elevado número de agresiones sexuales registrado en la capital de la India.

Un conductor de micro, su hermano, un verdulero, un auxiliar de un gimnasio y dos empleados de un lavadero de vehículos fueron los culpables de este salvaje acto, según la Justicia.

Cuatro de los seis acusados habían abandonado sus remotas aldeas de los norteños estados de Uttar Pradesh, Bihar y Rajastán para emigrar a barrios de chabolas (chozas precarias) de la capital india.

La procedencia de estos seis jóvenes reforzó la opinión de muchos dedos que apuntaban a la inmigración masiva y al consecuente crecimiento descontrolado de los barrios de chabolas como dos de las principales causas de los crímenes sexuales en la gran urbe. En la capital del gigante asiático conviven más inmigrantes de los que recibe cualquier otro estado del país, la mayoría procedentes de los vecinos Uttar Pradesh y Bihar.

El psiquiatra Neelesh Tiwari indica que “los hombres oriundos de pequeños pueblos se sienten sexual y económicamente con desventajas en las ciudades, donde encuentran a las mujeres “inaccesibles”. A los obstáculos que tienen que enfrentar en su nueva vida, se une la distancia con una familia a la que deben enviar dinero periódicamente, agrega el psiquiatra. “En este contexto, su deseo oculto crece hasta que un día explota al encontrar en la violación una forma de expresar su frustración con la sociedad”, explica Tiwari.

UN BARRIO TRISTEMENTE CÉLEBRE

La colorida barriada Ravi Das Camp, situada en el sur de Nueva Delhi, se despierta temprano. Es primera hora de la mañana y los chicos corretean por sus estrechas callejuelas, salpicadas de tradicionales saris (vestidos típicos de las mujeres indias) de tonos vibrantes que, colgados de cordeles, se secan al sol por toas partes.

Una rueda de mujeres mantiene una animada charla a la entrada de una vivienda y una de ellas destaca con una sonrisa la “buena relación” que existe entre los vecinos del lugar, “casi todos inmigrantes”. “Todos los que vivimos aquí somos familias. La gente es educada y hay un par de chicos que fueron elegidos para trabajar con el gobierno”, afirma con orgullo la mujer del sari rojo, que prefiere mantenerse en el anonimato.

Ravi Das Camp se hizo famoso en la India por ser la morada de cuatro de los acusados en el caso del 16 de diciembre. Su comportamiento parecía ser una excepción a la norma en el día a día de este barrio de chabolas, donde la mayoría de vecinos coinciden en señalar la violencia que caracterizaba a estos hombres, bebedores habituales.

Ram Singh, el principal inculpado y conductor del micro en el que fue perpetrado el crimen, “no tenía buena relación ni siquiera con su familia”, según relata Vishwanath Sharma, un joven de 19 años.

El chofer tenía en su poder “una espada y una pistola” y “había protagonizado muchas peleas”, algunas de las cuales finalizaron con sus oponentes gravemente heridos. Quizás la práctica lo ayudó a perpetrar su suicidio en la cárcel, mientras estaba a la espera de un juicio que se presentaba como poco esperanzador.

La mujer del sari rojo insiste en que nada ha cambiado desde entonces: “No tenía miedo antes ni lo tengo ahora”. Hace ya dos décadas que abandonó su Patna natal, en el estado de Bihar, para emigrar a Nueva Delhi, donde comparte una diminuta casa con sus tres hijos estudiantes. Asegura que, desde entonces, el de diciembre es el único caso de violación que se produjo en su entorno.

En la entrada de otra choza, una chica lava vasos en una pileta. Cada tarde sale de Ravi Das para asistir a clase en la Universidad de Nueva Delhi, pero a sus 18 años asegura que aunque en su barrio se siente “muy segura”, la ciudad no le brinda la misma tranquilidad.

“Es que todos los días pasa algo en este país y tenemos muy mala fama afuera. Tenemos que unirnos todos y hacer algo para cambiar nuestra imagen”, murmura la madre de la joven, mientras ella mira tímidamente hacia otro lado.

UN COMPLEJO ENTRAMADO

Históricamente, el elevado número de violaciones en la India (el tercer país del mundo con más casos, después de Lesotho, en África, y de Suecia) se explicó a través de la discriminación de la mujer, la falta de educación sexual y la violencia presente en la sociedad.

Sin embargo, al menos en “la capital de las violaciones”, el problema parece entrañar una mayor complejidad, ya que sólo un 28% de los casos registrados se corresponden con lo que comúnmente se entiende por violación.

El diario local The Hindu publicó recientemente un análisis en profundidad de los 583 casos que llegaron el año pasado a los juzgados de los distritos de Nueva Delhi, el primer nivel en el que son tratados judicialmente.

El 30% de ellos tenían como protagonistas a jóvenes que presuntamente se habían fugado con sus parejas en el marco de una relación desaprobada por sus padres, quienes atajaron la situación con una denuncia por secuestro y violación.

Otras 109 mujeres -19% de los procesos- mantuvieron relaciones sexuales con hombres que habían acordado casarse con ellas y a los que denunciaron por violación cuando éstos retiraron su promesa. Finalmente, un 21% de los casos tuvieron que ser descartados de los juzgados porque los denunciantes no se presentaron al juicio, admitieron que la querella era falsa o se volvieron violentos.

Si el mosaico dibujado por The Hindu no es de por sí lo suficientemente complejo, a ello se suma que en el gigante asiático sólo se denuncian un 10% de las violaciones, según calculan los expertos.

La sociedad india repudia a las mujeres que han sufrido este tipo de crímenes convirtiendo a las víctimas en la principales acusadas, por lo que la gran mayoría de los hechos no salen nunca a la luz. “Las adolescentes piensan que el haber sido violadas les traerá problemas para casarse y, además, el estigma social les generaría un problema todavía mayor”, argumenta el psiquiatra Tiwari.

Por eso el 16 de diciembre de 2012, la sociedad india rebautizó a una joven que en su lecho de muerte escribió un último pedido en un papel: “Tienen que ser castigados”. Le pusieron “Nirbhaya”. En hindi, “la que no tiene miedo”.

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