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Revista Domingo |NOTA DE TAPA

Sigmnund Freud: la voz del genio se sigue escuchando

En el 75 aniversario de su muerte, grabaciones suyas inundaron las calles de Viena. Pero más allá de lo sonoro, lo que aún perdura y se escucha son sus teorías, sus conceptos y sus definiciones acerca de la psiquis humana, y del lugar donde se esconden los distintos modos de disfrutar y de padecer la vida

28 de Septiembre de 2014 | 00:00

Setenta y cinco años después de su muerte, la voz de Sigmund Freud volvió a escucharse en Viena, la ciudad de la que huyó para escapar del horror nazi y a la que escandalizó con sus teorías sobre el inconsciente y la sexualidad.

Es que en esa ciudad, a la que lo unió el amor y el desencanto, se reprodujeron para que miles de personas las escucharan con atención con motivo del 75 aniversario de su muerte, que se recordó el martes pasado, frases suyas grabadas en el exilio londinense.

Nacido en 1856 en el seno de una familia judía de Moravia, hoy en la República Checa, Sigismund Schlomo Freudel, tal el nombre completo del padre del psicoanálisis, llegó a los 17 años de edad a Viena para estudiar medicina.

Desde entonces, su relación con la conservadora Viena de principios del siglo XX varió entre el mero desapego y el odio.

“Viena me oprime”, escribió el neurólogo en una de sus cartas, en las que describe la ciudad como “casi físicamente repulsiva” y en las que presenta a la imponente catedral gótica de San Esteban como un “campanario abominable”.

Sin embargo, su antipatía por la capital austríaca queda matizada por el hecho de que nunca quiso irse de Viena y sólo lo hizo cuando la amenaza del nazismo ya no le dejó otra alternativa.

“La ciencia moderna aún no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo son unas pocas palabras bondadosas”

Austria fue anexada en marzo de 1938 por la Alemania nazi y, aunque hubo actos de intimidación previos, Freud no abandonó la ciudad hasta junio del mismo año, después de que su hija Anna fuera interrogada por la Gestapo, la policía secreta nazi.

Freud sólo pudo salir de la ciudad tras pagar una considerable cantidad de dinero y firmar un escrito en que indicaba que ni él ni su familia había sido maltratados por los nazis.

Pidió incluso permiso para agregar una frase cargada de ironía: “Puedo recomendar encarecidamente la Gestapo a todo el mundo”.

LA VOZ DE UN GENIO

La única grabación de la voz de Freud, que se debe a la emisora británica BBC durante su exilio londinense en diciembre de 1938, pudo escucharse en Viena en una instalación sonora en la que fuera su vivienda y consultorio durante 47 años, situada en la calle Berggasse número 19.

“A la edad de 82 años abandoné mi casa en Viena como consecuencia de la invasión alemana y vine a Inglaterra, donde espero acabar mi vida en libertad”, relata Freud en esa grabación.

El 23 de septiembre 1939 murió a los 83 años tras administrarse una dosis de morfina, una sustancia que llevaba décadas tomando para aliviar los dolores de su cáncer de mandíbula.

La evocación de su voz, fue uno de los tantos actos que se realizaron en Viena para recordar su muerte hace ya 75 años.

El museo Freud de Viena ofreció una exposición especial en 16 espacios públicos dispersos por toda la capital en los que se explicaron su legado.

Entre ellas, y en lo que a primera vista parece una imagen “pixelada” de un retrato de Freud, es en realidad un código QR que da acceso al mundo secreto de la psicoterapia en la exposición “Hidden Freud” (Freud oculto).

En 16 columnas de anuncios y marquesinas de la ciudad, se podían encontrar durante toda la semana imágenes con frases del psicólogo sobre sus obras y sus grandes temas.

Con el código QR, se pudo accede a una explicación gráfica de los conceptos más importantes del psicoanálisis, y a grabaciones históricas de los años 1900 a 1938.

“Sería muy simpático que existiera Dios, que hubiese creado el mundo y fuese una benevolente providencia; que existieran un orden moral en el universo y una vida futura; pero es un hecho muy sorprendente el que todo esto sea exactamente lo que nosotros nos sentimos obligados a desear que exista”.

Esta fue la primera exposición en ocupar las calles de Viena para difundir la obra del padre del psicoanálisis, complementada con otra muestra digital en la página www.hiddenfreud.at.

El museo Freud también celebró el aniversario con otro acto simbólico, como cubrir el cartel de la institución de negro para recordar su expulsión, así como la deportación y asesinato de 65.000 judíos austríacos por los nazis, entre ellos, cuatro hermanas de Freud.

En esta semana freudiana, los admiradores del célebre psicólogo pudieron visitar además la exposición en la galería de arte contemporáneo 21erHaus, con obras inspiradas en conceptos freudianos.

LAS CARTAS CON ANNA

Con motivo del 75 aniversario de su muerte, se puede rastrear también por estos días la obra “Sigmund y Anna Freud. Correspondencia 1904-1938”, donde se refleja la estrecha relación que Freud estableció con la más pequeña de sus hijos, un volumen que deja al descubierto la manera en que el psicoanálisis moldeó el vínculo entre ambos a la vez que recrea la vida de una familia en la Viena de principios del siglo XX.

“Mirándote me doy cuenta de lo viejo que soy, porque tienes exactamente la misma edad que el psicoanálisis. Los dos me habéis causado preocupaciones, pero en el fondo espero de tu parte más alegrías que de la suya”, escribe Freud a su hija en una misiva enviada a fines de 1920.

El texto deja entrever la profunda imbricación entre relación filial y objeto de estudio que signó la relación entre padre e hija, quienes más allá del lazo vincular estaban unidos por un objetivo terapéutico: Anna fue analizada por su padre en dos períodos entre 1918 y 1924, con una frecuencia que escaló hasta las seis sesiones semanales.

Encabezadas por “Mi querida Anna” o “Querido papá”, las 300 cartas reunidas en el volumen que acaba de publicarse en nuestro país, esbozan el universo emocional del artífice del psicoanálisis y delinean el derrotero de la menor de sus hijas, que mantuvo relaciones ocasionales con algunos de los alumnos de su padre y se dedicó a la terapia de menores.

Según testimonia el material clasificado de manera rigurosa por la antropóloga Ingeborg Meyer-Palmedo, la más pequeña de los seis hijos de Freud fue la única analizada por su padre y mantuvo una relación muy estrecha con él que la llevó a pedir consejos recurrentes sobre la terapia de menores, campo en el que se destacó como representante de la escuela vienesa.

“Ahora bien, en las muchas cartas que recibo nadie escribe como corresponde acerca de ti, cómo estás, qué haces, si estás muy atareado, y por eso me volvería a alegrar mucho si volvieras a escribirme por tu cuenta”, reclama la autora de “El ego y los mecanismos de defensa” (1936).

La correspondencia describe el desdoblamiento entre un padre que si bien trasciende la “normalidad”, no deja de advertir o aconsejar a su hija -en las misivas reunidas en el libro prevalece el sentimiento amoroso por sobre otros apuntes- y el psicoanalista que se vale de la ocasión para poner en escena una suerte de diván epistolar.

LA INFANCIA, SU LEGADO

El neurólogo fue el primero en considerar la infancia como una de las fases más importantes de la vida, en la que todo lo que vivimos, sobre todo nuestra sexualidad, repercute de manera inconsciente en nuestro comportamiento adulto.

Y pese a que la psicología moderna ha demostrado que algunos conceptos freudianos, como el “complejo de Edipo” o la “envidia del pene”, no son válidos, siguen formando parte de la cultura popular.

Algunos cuestionan hoy sus teorías, como las del inconsciente o la sexualidad; otros lo tachan de misógino, mientras que muchos más siguen su doctrina ciegamente.

Pero sin embargo, lo que nadie pone en duda es la gran influencia que tuvo Sigmund Freud en la psicología y la sociedad modernas.

Tanto es así, que su influencia ha sido captada por el arte en sus distintas expresiones.

El cine, por ejemplo, ha tratado muchos temas freudianos, desde Alfred Hitchcock a David Lynch, mientras que en la literatura, la técnica del fluir libre de la consciencia de autores como Virginia Woolf y James Joyce, entre otras, tiene un claro origen en sus teorías.

Su inspiración ha sido clara también en movimientos como el de los surrealistas, y en autores como el español Salvador Dalí.

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