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Especial para EL DIA de National Geographic
Es sabido que los mamíferos marinos se valen de chirridos, gemidos, gruñidos, y zumbidos para comunicarse entre sí -con frecuencia a grandes distancias-, para encontrar alimento e incluso para controlar a las crías. ¿Qué sucede cuando el ambiente se llena de ruidos submarinos?
Pronto se sabrá. La administración Obama dio autorización a las compañías de petróleo y gas para obtener permisos para emplear cañones de aire para trazar mapas del Océano Atlántico en la costa este con el fin de efectuar perforaciones a partir de 2017.
Las compañías de perforación ya fijaron una zona desde Delaware hasta Cabo Cañaveral, Florida.
El permiso autoriza a los barcos a surcar el área detonando una serie de cañones que emiten una onda de sonido cada 10 a 15 segundos. El sonido viaja hasta el lecho marino, entra al sustrato, y rebota volviendo a los receptores de los barcos.
A partir de los patrones sísmicos de esos rebotes, los geólogos podrán deducir la ubicación de los depósitos de gas y petróleo bajo el lecho marino.
Algunos científicos creen que esos ruidos ensordecerán a ballenas y delfines, impidiendo su comunicación. “Esto sumará más ruido al ya enorme problema que enfrentan las ballenas: el ruido producido por el hombre en el océano”, explicó Sofie Van Parijs, que estudia acústica para la National Oceanic and Atmospheric Administration de Massachusetts. “Los efectos a largo plazo no son fáciles de observar. Quizás los animales no lleguen a escucharse bien, a localizarse, a encontrar pareja. Puede que quede afectada su socialización, el apareamiento y la búsqueda de alimento”.
“Los efectos a largo plazo no son fáciles de observar. Quizás los animales no lleguen a escucharse bien, a localizarse, a encontrar pareja. Puede que quede afectada su socialización, el apareamiento y la búsqueda de alimento”
En el año 2000, Douglas Nowacek, profesor de tecnología del Laboratorio Marino de la Duke University, estudió el comportamiento de las ballenas en el golfo de México, donde se usan mucho los cañones sísmicos para trazar mapas del lecho marino. Dispararon cañones en una zona relativamente tranquila del golfo y registraron las reacciones de los cachalotes, que usan un zumbido para cazar peces a profundidades de 400 a 600 metros, y especialmente para atrapar su bocado favorito, el calamar gigante.
Cuando los científicos dispararon los cañones, los cachalotes emitieron menos señales, con lo cual pescaron menos y por ende consiguieron menos alimento.
Este comportamiento es similar al de a ballena jorobada en el Mediterráneo. Ante la interferencia sonora, las ballenas cambiaron los esquemas de canto por largos períodos, explicó Nowacek.
Existe una especial preocupación por la majestuosa ballena franca del Atlántico Norte. Se comprobó que la respuesta ésta a los ruidos es huir a la superficie y ahí permanecer apenas bajo el agua. Y ese es un sitio peligroso para las ballenas, ya que pueden ser atropelladas por embarcaciones que no las ven.
Esta especie fue prácticamente aniquilada por los balleneros que la cazaron por su rica grasa y por su tendencia a flotar cercar de la superficie. La prohibición impuesta a la caza de ballenas en 1986 ayudó a la recuperación de otras especies, pero no a la ballena franca de Atlántico Norte. Actualmente sólo quedan aproximadamente 500, y se lleva un control meticuloso, con registros fotográficos de cada una identificándolas por las cicatrices ocasionadas por las hélices o por hematomas provocados por los golpes contra los cascos de las embarcaciones.
“Es fundamental comprender que el océano es un mundo acústico. Para sobrevivir y reproducirse, muchas especies dependen de su audición y de la capacidad de ser escuchadas, explicó Michael Jasny, director del programa de protección de mamíferos marinos del Consejo de Defensa de Recursos Naturales. “Los cañones de aire producen más ruido que cualquier otra fuente humana, salvo la dinamita”.
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