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Matan a un joven en un asalto de un cuchillazo en el corazón

Estudiaba Ingeniería y vivía con su familia en 120, 526 y 527. Fue a guardar el auto. Y lo atacaron

19 de Septiembre de 2014 | 00:00
LOS PADRES Y UNA DE LAS HERMANAS DE HERNÁN PÁEZ LA VALLE, FRENTE A SU CASA. TENÍA 22 AÑOS Y MURIÓ EN EL QUIRÓFANO DEL ROSSI
LOS PADRES Y UNA DE LAS HERMANAS DE HERNÁN PÁEZ LA VALLE, FRENTE A SU CASA. TENÍA 22 AÑOS Y MURIÓ EN EL QUIRÓFANO DEL ROSSI

Tenía 22 años, estudiaba Ingeniería Electrónica, trabajaba con el padre y era fanático del Lobo. El miércoles a la noche fue a guardar el auto a la cochera ubicada a unos pocos metros de su casa, en Tolosa. Lo sorprendió un delincuente. Recibió una puñalada en el corazón. Y antes de que terminara ese mismo día estaba muerto, por nada.

La policía deslizó que “no está claro el móvil”. Para la familia, los vecinos y todos los que conocían a Hernán Páez la Valle (22), sí.

“Lo mataron porque no tenía nada para robarle. Porque fue a guardar el auto y no llevó ni el celular”, dijo un allegado. Hay algunas sospechas, pero no detenidos.

Con este crimen ya son ocho las víctimas ejecutadas en un asalto en la Ciudad en lo que va del año.

El drama arrancó pasadas las 10 de la noche del miércoles, cuando el joven le dijo a sus dos hermanas y al novio de una de ellas que iba a guardar el auto a la cochera. “Si era muy tarde por lo general iba con sus hermanas, pero anoche fue solo”, relató ayer Carlos Páez, el papá de Hernán. El es mecánico y en ese momento no estaba en la casa.

El joven que acababa de guardar el auto caminaba con dificultad. Sangraba

Vestido con un buzo azul y zapatillas blancas, el chico salió del chalet con fachada de piedras Mar del Plata ubicado en 120 entre 526 y 527, se subió al Fiat Uno y encaró para la cochera ubicada justo a la vuelta, en 527 casi 120.

Enfrente hay una parrilla. El trapito que cuida los coches de los clientes vio pasar al de Hernán, y lo vio al chico bajar del auto, abrir el portón y entrarlo. Nada fuera de lo común ni que mereciera atención. Era parte de la rutina del barrio. “Lo veía pasar todas las noches”, dijo aquel hombre después.

Pero entonces otro trapito llegó corriendo para contarle “apuñalaron a alguien”, apuntando con su mano al otro lado de la calle.

Hernán se desplomó sobre la vereda mientras los trapitos corrían hacia donde estaba, empapado en sangre y ya inconsciente, según contaron esos dos testigos a los investigadores.

Aparentemente en ese mismo momento pasó por el lugar un patrullero de la comisaría Sexta, que paró por los gritos de los cuidacoches. Los policías notaron enseguida que el herido no estaba en condiciones de esperar a una ambulancia (que en cualquier caso suele demorar no menos de 20 minutos), por lo que lo cargaron en el móvil y a toda velocidad lo llevaron hasta el hospital Rossi. Hernán no llegó a decir ni una palabra. Tenía una profunda puñalada debajo de la tetilla izquierda.

Mientras los médicos llevaban al joven al quirófano, los “trapitos” iban a su casa a contarle la terrible noticia a sus familiares. A eso de las 23.30 los médicos del Rossi se contactaron con la comisaría para confirmar que el paciente había muerto. “Le habían atravesado el corazón”, aseguró un jefe policial, y aclaró que aunque no se sabe qué arma blanca se usó en el crimen, se trataría de un cuchillo.

Hacia la madrugada, la vereda de la cochera de 527 tenía el aspecto de la escena de cualquier crimen, por la que desfilaban policías y peritos. En los alrededores deambulaban los familiares de Hernán, desconsolados, entre algunos vecinos y los curiosos de siempre. También quedaban algunos clientes de la parrilla, que estaban cenando al momento del hecho.

Los policías de la DDI y de la Sexta interrogaron a estos últimos con la esperanza de encontrar a alguien que hubiera visto al o los homicidas, pero sólo escucharon un rumor que rodó de boca en boca, sin que se pudiera identificar a aquella de la que salió: que el ladrón fue uno solo, vestido de negro y escapó corriendo. A Hernán no le habrían robado nada, porque, de hecho, fue a guardar el auto sin llevar consigo ni siquiera el celular. El auto quedó adentro de la cochera. Y el portón, cerrado. “Lo mataron porque no tenía nada para robarle. Porque fue a guardar el auto y no llevó ni el celular”

Los investigadores peinaron las inmediaciones en busca de cámaras, encontrando un par. Los únicos que estaban en la vereda de la parrilla eran los trapitos y los dos negaron haber visto el ataque. Los comensales que ocupaban las mesas que dan a la calle, tampoco observaron nada.

Las cámaras del local son internas. Y las de afuera, apuntan a la vereda. El asesino, por ahora, está impune. Leila Aguilar es la fiscal de la causa caratulada “homicidio”.

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