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Séptimo Día |LITERARIAS

Lanzamiento: un profesor llamado Cortázar

Jaime Correas vuelve a investigar el paso como profesor universitario del autor de “Rayuela” -del que este martes se cumplieron cien años de su nacimiento- en la provincia de Mendoza, donde permaneció un año y medio (desde julio de 1944 hasta diciembre de 1945), un tiempo en el que comenzó a despuntar su obra literaria, mientras el peronismo surgía en el horizonte

31 de Agosto de 2014 | 00:00

“Los vínculos de Cortázar con Mendoza se prolongan en el tiempo más allá de aquella estadía de un año y medio”, apunta Jaime Correas en el prólogo de “Cortázar, profesor universitario”, volumen escrito hace una década y que ahora se amplía y completa con este libro, publicado por Alfaguara.

“Traté de conseguir más datos, aparecieron cartas inéditas, que no entraron en los volúmenes de correspondencia publicados, apuntes de clase (depositados en la Universidad de Princenton), así como unos 30 poemas casi desconocidos -reproducidos en un anexo- porque sólo están en una edición hoy discontinuada (Círculo de Lectores y editorial Galaxia Gutenberg)”, dice Correas.

Esos dos corpus le dieron la posibilidad “de confirmar que Cortázar era fundamentalmente un poeta, muy emparentado con una tradición que viene sobre todo de Rimbaud, el poeta como un vidente, que vive de manera poética, una concepción que entra en el simbolismo”.

A su juicio esto se puede observar en su obra posterior: “Su libertad creativa, la libertad de `Rayuela`, ciertas búsquedas de sus personajes, incluso de `Historias de cronopios y de famas´, y de su cuentística, tienen que ver con esa idea”.

“Los vínculos de Cortázar con Mendoza se prolongan en el tiempo más allá de aquella estadía de un año y medio”

“Cuando llega a Mendoza a los 29 años viene con un bagaje de conocimientos inusual para alguien de su edad, eso le permite dar unas clases maravillosas en la Universidad de Cuyo -señala-. En los apuntes desarrolla ciertos temas y hay traducciones del conde de Lautréamont, que Cortázar le daba a sus alumnos, 20 años antes de la primera traducción al castellano de Aldo Pellegrini”.

“Es la primera vez que puedo entrar a un curso superior y pronunciar el nombre de Baudelaire, citar una frase de John Keats, ofrecer una traducción de Rilke. Esto se traduce en felicidad, en una indescriptible felicidad a la que se agrega la visión de las montañas, el clima magnífico, la paz de la casa donde vivo...”, le escribe Cortázar a Lucianne C. de Duprat el 16 de agosto de 1944.

Sergio Sergi, a quien el escritor bautizó cariñosamente “el Oso” fue su gran amigo en la provincia: “A través de las cartas se advierte un espíritu lúdico compartido, una complicidad que el escritor no halló en otros amigos mendocinos”, desliza Correas.

Entre los datos interesantes, mechados con fotografías, páginas mecanografiadas y cartas, el investigador menciona el libro “La otra orilla”, que incluía el célebre cuento “Casa tomada”, nacido de una pesadilla del escritor.

“`Casa tomada` fue una pesadilla. (...) Yo estaba en una casa que es exactamente la casa que se describe en el cuento, se veían con muchos detalles, y en un momento dado escuché los ruidos por el lado de la cocina y cerré la puerta y retrocedí. (...) Yo me defendía como podía, cerrando las puertas y yendo hacia atrás. Hasta que me desperté de puro espanto”, relata Cortázar.

Varios autores, entre ellos David Viñas y Juan José Sebreli, recuerda Correas, han visto en este cuento incluido en “Bestiario” (1951) una interpretación política, el avance de los cabecitas negras, en una época donde aparece el peronismo, pero él se inclina por situarlo en una fecha más temprana, anterior al movimiento popular que irrumpe el 17 de octubre.

Según una copia mecanografiada de “La otra orilla” por Gladys Adams a pedido del escritor, y luego por uno de sus hijos, Correas deduce que el cuento fue “al menos” “corregido en Mendoza a lo largo de 1945”.

Además, el investigador alude a un grabado de Sergi, “Casa vieja”, de 1930, “que Cortázar debió conocer desde que trabó amistad con el artista, durante la segunda mitad del año 44. La obra muestra a un gigante sacando la cabeza, las piernas y los brazos por las ventanas de una casa, en el inicio de una persecución”.

“Esta posible traducción del grabado a la pesadilla y de la pesadilla al cuento es consistente, a su modo, con la explicación que el escritor brinda en una entrevista a Omar Prego Gadea acerca del modo en que aquella primera visión, la visión soñada -un hombre solo, expulsado de su casa-, fue mutando al pasar a la literatura”, conjetura Correas.

Pese a la actuación creciente del entonces coronel Juan Domingo Perón, el investigador define a Cortázar como “un moderado, un liberal al estilo norteamericano, alidófilo, está contra el nazismo y el fascismo con una posición de hombre republicano, no desde la izquierda y eso lo muestra en la toma de la universidad”.

Y detalla esos días de la toma con la participación de Cortázar en el marco de un protoperonismo que comienza a hacerse sentir, aunque los estudiantes divididos entre conservadores y nacionalistas, dirimen posturas que hacen más a la reforma universitaria, que a las diferentes ideologías.

A fines de 1945, el escritor viaja a Buenos Aires y aunque regresa luego a Mendoza, no vuelve a dar clases en la universidad.

Su renuncia es aceptada en julio. El hilo que lo une con la provincia se reduce a la correspondencia con Sergi y aunque en enero de 1948 va de nuevo para las vacaciones su mirada ya está puesta en Europa.

Recién en 1970, desde Francia, Cortázar inicia otro lazo de amistad profunda con la provincia “al recibir un trabajo sobre su novela `Rayuela` escrito por una joven profesora mendocina (Lida Aronne de Amestoy) egresada de la misma facultad en la que él había ejercido la docencia casi treinta años antes”.

“Hoy se que su versión de `Rayuela` es la justa, es lo que yo hubiera podido decir si fuera capaz de ese sentido sintético y a la vez tan abierto y poroso que usted posee... alguien, por fin, ha resumido en unas pocas páginas las motivaciones y las intenciones más hondas de mi libro”, le escribe a Aronne.

Cuando desciende del tren Trasandino en 1973, luego de estar en Chile con el presidente Salvador Allende, “conmovido por la euforia que despertaba el proceso socialista que seguía avanzando en el continente, habían transcurrido 30 años”.

Lejos había quedado el Cortázar profesor universitario. En el andén lo esperaba un ignoto periodista, Osvaldo Soriano, para hacerle una nota y su amigo Sergio Sergi.

Cortazar en Mendoza. un encuentro crucialAutor: Jaime Correas
Editorial: Alfaguara
Páginas: 312

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