Broche de oro para los malos no tan malos

Los 66° Premios Emmy aparecieron en las pantallas del mundo en una ceremonia algo apagada y con varios chistes fallidos de parte de la conducción, a cargo de Seth Meyers, en la que la gran ganadora fue “Breaking Bad” y la gran perdedora, la intrépida y oscura “True Detective”.

A “True Detective” la jugada le salió mal: se postuló como drama, en lugar de ir por el rubro miniserie, donde apenas hubiera encontrado resistencia de “Fargo”. Buscando prestigio, cayó en una categoría con varios “pesados” como “Breaking Bad”, “Game of Thrones” y “House of Cards” y, como consecuencia, se llevó sólo un premio (dirección en drama), al punto incluso de perder la estatuilla para mejor actor protagónico, que parecía asegurada para Matthew McConaughey.

Con 5 premios en 7 nominaciones, la gran ganadora de la noche fue, sin dudas, “Breaking Bad”. Enfrentada con varios titanes en esta nueva era de oro de la televisión norteamericana, no sólo despojó al oscarizado McConaughey (el premio fue, por cuarta vez, para Bryan Cranston por su icónico rol como Walter White) sino que se quedó con todos los lauros importantes: guión, actor de reparto (Aaron Paul), actriz de reparto (Anna Gunn) y, como broche de oro, mejor serie dramática, en su última temporada al aire. “Es la maravillosa guinda del pastel”, aseguró su creador Vince Gilligan.

UNA ACADEMIA CONSERVADORA

La Academia eligió a los malos no tan malos conocidos, antes que a los buenos por conocer: los antihéroes de “Breaking Bad” dejaron con las manos vacías a la maldad asoladora de “True Detective” y, una vez más, al mundo de dragones y monstruos de “Game of Thrones”, la gran favorita de la audiencia que en cuatro años ha cosechado solamente un galardón en un rubro no técnico. Con 19 nominaciones y una temporada que elevó la vara, muchos se preguntaban si este era el año del batacazo de la serie de los dragones, pero apenas se llevó 4 premios técnicos.

Se confirmó así la tendencia de que la Academia, si bien ha reconocido el trabajo pionero de varias producciones que han recibido múltiples nominaciones, a la hora de los premios siempre se ha inclinado hacia los clásicos.

EL DERECHO DE PISO

Lo mismo ocurrió por el lado de las comedias: “Orange is the new black” perfilaba, por la cantidad de nominaciones (12) y la novedad de su enfoque, como potencial amenaza para “Modern Family”, la serie que hace cuatro años venía ganando el género. Pero se extendió el reinado de la serie sobre una familia desestructurada que consigue ser funcional: se llevó su quinta estatuilla a mejor comedia, mientras que la serie de Netflix sobre una cárcel de mujeres se quedó con las manos vacías en la ceremonia de ayer.

También se repitieron los ya tradicionales premios a Julia Louis Dreyfus (por “Veep”) y a Jim Parsons (“The Big Bang Theory”) en la categoría de mejor actor protagónico de comedia: la ex “Seinfeld” lleva tres años al hilo mientras que el emblemático Sheldon va por su cuarta estatuilla en siete nominaciones.

Entre las miniseries y filmes para TV, en tanto, “Fargo” y “The Normal Heart”, las grandes favoritas, se llevaron los premios grandes. El gran batacazo de la noche lo dio Kathy Bates, venciendo como mejor actriz de reparto en miniserie nada menos que a Julia Roberts.

Si el eje de los monólogos cómicos de la noche giraron en torno a la calidad de las producciones televisivas, con varios “palos” al cine, la decisión de los votantes de negarle los galardones a Roberts y McConaughey sirvieron para confirmar el mensaje: la TV, cansada de ser el hermanito menor, descuelga el poster y se le planta al cine.