A 45 años de la llegada del hombre a la Luna

“Un pequeño paso para el hombre; un salto gigante para la Humanidad”. Así definió el astronauta Neil Armstrong, en vivo y en directo y para más de 500 millones de personas que, en todo el mundo seguían el histórico acontecimiento por televisión, a la llegada del hombre a la Luna, el 20 de julio de 1969.

Las palabras de Armstrong, que marcaron un antes y un después en la historia de la Humanidad, llegaron después de un largo silencio. El módulo lunar ya había tocado la superficie del satélite de la Tierra, millones de televidentes aguardaban, conteniendo el aliento el mensaje de los astronautas. Y los dos astronautas que se convirtieron en los primeros hombres en pisar la Luna se recuperaban del impacto producido por el desolado paisaje lunar.

Cualquiera de los que asistieron, siguiéndolo por televisión, a aquel momento, recuerdan exactamente qué estaban haciendo cuando el hombre llegó por primera vez a la Luna.

Y no es para menos: esta gesta, con el tiempo se comparó con el descubrimiento de América, o incluso para acontecimientos tan importantes para el género humano como el dominio del fuego o la invención de la rueda,

Los nombres de Neil Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins, los astronautas norteamericanos que protagonizaron el primer vuelo tripulado a la Luna en la historia de la Humanidad, se convirtieron, automáticamente en un símbolo del siglo XX.

El marco en el que se dio el acontecimiento era, también, especial.: el de la Guerra Fría y, a su sombra. La carrera vertiginosa e implacable entre Estados Unidos y la Unión Soviética por ser los primeros en conquistar el espacio.

El logro, abrió a su vez nuevas expectativas en esa ambición siempre presente, del hombre, de conocer y conquistar el Universo.

Actualmente, esas expectativas siguen vigentes y se centran en la llegada de un ser humano a Marte, algo que aún parece lejano. Pero que la proeza de Armstrong, Collins y Aldrin permite soñar como real en un futuro más o menos cercano.

Por lo pronto, el 45 aniversario de la llegada del hombre a la Luna motivará celebraciones. La principal de ellas tendrá lugar en la NASA, con un acto del que participarán los dos astronautas sobrevivientes.

EL CONTEXTO: LA GUERRA FRIA

En la década del ´50 Estados Unidos y la Unión Soviética eran las dos potencias mundiales y compartían la ambición de ser, cada una, la vanguardia en la conquista del espacio.

La Unión Soviética parecía estar mucho más cerca de lograrlo en los últimos ´50 y los tempranos ´60.

Fue la URSS la que logro llegar en primer lugar con sus ingenios espaciales a nuestro satélite para comenzar a explorarlo de cerca.

El 12 de septiembre de 1959 llegó al suelo lunar el Linik II soviético, pero se estrelló. Un mes después era lanzado el Linik III, que fue colocado en la órbita lunar y conseguía transmitir las primeras fotografías del satélite.

Vuelos posteriores fueron consiguiendo cada vez mayores objetivos, como fotografiar la cara oculta de la Luna o llegar a la órbita lunar y regresar a la Tierra, como ocurrió con la sonda soviética Zond V, que en septiembre de 1968, después de dar una vuelta al satélite, regresó a nuestro planeta y fue recuperada en el océano Indico.

En ese momento, los norteamericanos desarrollaron un proyecto capaz de convertir en realidad los viajes tripulados, centrando sus esfuerzos en el programa Apolo, mientras la URSS lo hacía con el plan Soyuz.

Un discurso del presidente Kennedy en 1961 ante el Congreso de su país en el que afirmaba que EE UU llegaría a desembarcar un hombre en la Luna antes de que terminase la década de los sesenta fue el puntapié inicial de la carrera que terminaría con la llegada del hombre a la Luna el 20 de julio de 1969.

El discurso sorprendió hasta a los científicos de la NASA, que creyeron que el plazo era difícil de cumplir con éxito.

El proyecto Apolo consistía en una nave de 45.000 kilogramos compuesta por tres secciones: el módulo de mando, que daba cabida a los astronautas; el módulo de servicio, que contenía los motores de propulsión y el módulo lunar, cuya misión era desembarcar en el astro Selene. Esta nave era impulsada por el cohete Saturno V.

Algunos datos, analizados hoy, ayudan a dar una idea de la magnitud de la aventura: la computadora de la Apolo 11 tenía menos de la milésima parte de la capacidad de memoria de un notebook actual (la vigésima parte de un disquete).

Se iniciaron primero una serie de viajes no tripulados, entre febrero de 1966 y abril de 1968, aunque en 1967 se producían las primeras muertes, al incendiarse la cabina del que iba a ser el Apolo IV, lo que retrasó el proyecto dos años.

Los Apolos VI, VIII y X fueron los encargados de realizar los experimentos necesarios para hacer factible el proyecto. En diciembre de 1968, tres astronautas norteamericanos recorrían diez veces la órbita de la Luna con el Apolo VIII, a éste le siguieron otros dos Apolos cuyo fin era probar el funcionamiento completo del Apolo, tanto en órbita lunar como en la terrestre. Con ellos se daban por terminadas las investigaciones y se consideraba que se podría acometer el sueño tan ansiado, desembarcar al hombre en la Luna.

Finalmente, el 20 de julio de 1969, a las 10,56 p. m. de Washington Neil Armstrong puso el pie por primera vez en el suelo lunar. En el meridiano de Greenwich eran las 2,56 de la madrugada del día 21.

Muy pocos hechos históricos han conseguido hacer correr tanta tinta y han dejado una huella tan profunda en la memoria de la gente.

Según se estima, llegar a la Luna fue una operación que necesitó diez años de preparación, del trabajo de 350.000 personas y de una inversión de 24.000 millones de dólares.

EL VIAJE COMIENZA

Todo comenzó el 16 de julio de 1969, cuando el gigantesco vehículo de lanzamiento “Saturno V” de 111 metros de altura, 3.100 toneladas de peso y 155 millones de caballos de fuerza, despegaba de la plataforma situada en cabo Kennedy Florida (Estados Unidos).

Adentro estaban Neil Armstrong, de 38 años, comandante de la Misión; Edwin E. Aldrin (”Buzz”), de 39 años, piloto del módulo lunar, y por último, Michael Collins, de 38 años, piloto del módulo de mando.

Tras recorrer los 380.000 kilómetros de distancia entre la Tierra y la Luna, tres días después circunvolaban el satélite de la Tierra en el módulo y se colocaban en una órbita a unos 110 kilómetros de la superficie lunar. Armstrong y Aldrin pasaban al módulo de descenso lunar llamado Aguila, mientras Collins quedaba encargado de la dirección de la Columbia (conjunto formado por el módulo de mando y de servicio). El Aguila se disponía ya a realizar su vuelo en solitario con dirección a la Luna.

Tras una minuciosa revisión de todos los aparatos de a bordo, el día 20 se efectuaba la operación de separación del módulo de exploración lunar.

Recorrieron los kilómetros que les separaban del satélite y se dispusieron a alunizar. En ese momento se demostró que la acción del hombre es insustituible, porque Neil Armstrong se vio obligado a aterrizar a 7 kilómetros del lugar previsto, ayudándose con el mando manual, al comprobar que el sitio destinado para ello era un cráter lleno de rocas y pedruscos, que podía dañar el módulo.

Armstrong dejaba oír la voz humana por primera vez desde un lugar tan desolado: “Aquí Base de la Tranquilidad. El Aguila ha aterrizado”.

Habían llegado al único satélite de la Tierra, un astro de 3.470 kilómetros de diámetro, con una gravedad del 20 por ciento en relación con la que rige en nuestro planeta y distante de nosotros a unos 380.000 kilómetros.

Tras este breve contacto iniciaron la operación de despresurización de la cabina del Aguila, volvieron a comprobar los instrumentos y abrieron la escotilla, y Armstrong colocaba su pie izquierdo, tal como estaba previsto, en la superficie lunar. Su compañero dirigía sus pasos desde el Aguila. Su huella quedaba impresa de forma indeleble, en el lugar más lejano pisado nunca por un ser humano.

Después Aldrin descendería por la escalerilla y se uniría a su compañero en el paseo lunar, mientras le hacía fotografías. Poco después, Armstrong pronunciaba unas palabras ya históricas “Es un pequeño paso para el hombre, un salto gigante para la Humanidad”.

Los dos astronautas procedían después a izar la bandera de los Estados Unidos, después de haber descubierto y leído en voz alta una placa firmada por los tres astronautas y el entonces presidente de EE UU, Richard Nixon, que proclamaba: “Los seres del planeta Tierra posaron pie aquí por primera vez en la Luna, julio 1969. A.D. Hemos venido en paz, en nombre de toda la Humanidad”.