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Revista Domingo |CONTRATAPA

A Disney le sobran villanos

20 de Julio de 2014 | 00:00
A Disney  le sobran villanos

Por ALEJANDRO CASTAÑEDA

afcastab@gmail.com

En los parques de Disney los simuladores son tan reales, que cuesta distinguir qué es verdadero y qué es virtual.

Esta semana la CNN informó que al menos 42 personas que trabajan en parques de atracciones fueron detenidas en Estados Unidos desde 2006 en relación con casos de abusos de menores y pornografía infantil. Entre ellos hay 35 personas que trabajaron en el parque de atracciones de Disney; agrega la información, para que no haya pánico, que ninguna de las víctimas eran visitantes del centro recreativo.

Los empleados, mimetizados con el muñequerío, trataban de mantener ese mundo virtual fuera de los confines de los grandes parques. Como Disney cobra por asombrar y asustar, sus trabajadores usaban en la vida cotidiana el mismo libreto.

Tiempo atrás hablamos de un pato Donald zafado: con una mano le firmó un autógrafo a un nene y con la otra le tocó los pechos a April Magolon, la mami. Tras conocerse la denuncia, empezaron a llegar más manoseadas. Buscaban, más que castigos contra este pato fuera de personaje, alguna compensación por el toqueteo. A Disney, el Donald mano larga le costó caro. El abogado de April habló entonces de “un serio daño físico, ataques de ansiedad, dolores de cabeza y pesadillas”. Y el marido dejó entrever que ella había quedado tan impresionada, que en el lecho conyugal había que firmar autógrafos antes de poder tocarla.

Realidad ensueño se alimentan en ese bosque de atracciones y novedades. No sólo Donald cayó en la volteada. Surgieron más testimonios, preguntas y advertencias. Las cifras de CNN son elocuentes. Como los muñecos confianzudos cada vez interactúan más, algunas mamis muy requeridas llegaron a creer que esos arrebatos eran el nuevo truco de un parque con asombros y miedos.

Está claro que el mundo virtual cada vez gana más lugar y que las réplicas de Disney son tan reales que entre el público y sus figurantes se borran límites y cualquier final es posible. Pero la idea de las sorpresas ha ido demasiado lejos y en la factoría hoy faltan hadas y sobran villanos.

Los cuentos infantiles, como se sabe, esconden secretos oscuros y avisan que a los finales felices sólo se llega tras un largo y penoso recorrido. Y ese mundo de cenicientas y caperucitas, de monstruos y príncipes, parece darles diabólica inspiración a estos empleados que se refugian en viejos relatos para traficar maldades. Con sus perversidades acaban enseñando que el peligro asume diversos disfraces y que hasta el lobo más feroz se asustaría de las canastitas de estos días

Hace un par de años se conoció el libro “Cast Member confidencial”, escrito por Chris Mitchell, ex empleado del parque Epcot Center. Allí, Chris no sólo revelaba distintas formas de excesos, sino que hablaba del uso habitual de drogas y de las orgías que tienen lugar en los distintos juegos, cuando las luces se apagan y a las Blancanieves se la aparecen todos los enanos. El libro relata que un hombre vestido de Winnie The Pooh vendía drogas, que una Bella durmiente no despertó más por sobredosis y que dos empleadas se vestían de Mickey y Minnie para practicar sexo antropomórfico, una tendencia muy usada en este mundo fantasioso, donde sólo la careta otorga identidad y salario.

Estos personajes de ficción vienen ganando protagonismo. Pero, la avalancha de denuncias y revelaciones obliga a repensar todo. Disney ha extremado sus exámenes de admisión de personal y el sindicato de disfrazados a manera de descargo ha insinuado que es difícil guardar la compostura con tantas atracciones a mano y en medio de un mundo que ha extraído de la mentira y de la fantasía su símbolo y su rentabilidad.

Los simuladores son tan exactos, la mezcla de ilusión y realidad tan lograda y los muñecos se identifican tanto con sus modelos, que hasta los patos más famosos pueden creer que meterle mano a una visitante es parte de alguna moraleja

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