Justificada alarma vecinal por el creciente auge del accionar de quemacoches

Hace dos años ya que los vecinos de nuestra ciudad se ven enfrentados al sostenido avance de una nueva modalidad delictiva, protagonizada por las bandas de los llamados quemacoches que, inicialmente, se dedicaron a prender fuego a automóviles de modelos generalmente antiguos y que se encontraban en mal estado, pero que luego comenzaron a atacar en forma indiscriminada, incluyendo a vehículos nuevos, recién salidos de las concesionarias, y también a los de distinto porte.

Según se detalló en este diario recientemente, los quemacoches incendiaron más de 90 vehículos en el lapso de los últimos doce meses, cerrando su periplo anteayer cuando dañaron en forma completa un auto que se encontraba estacionado en la vía pública en Los Hornos. Se estimó en estas horas que el costo promedio de cada uno de los autos incendiados es de 40.000 pesos.

Correspondería también consignar que días atrás seis personas fueron detenidas en el marco de un operativo realizado, incautándose combustible y mechas para confeccionar las llamadas bombas molotov, aunque por lo visto los ataques no cesaron.

En el caso de Los Hornos, el propietario del vehículo siniestrado puso de relieve que su auto, además, había quedado abollado en el techo, algo que indicaba que previamente habían saltado sobre él y que, además, no le habían robado ninguno de los elementos guardados en el baúl. También merece destacarse que este episodio, registrado como casi todos los demás en horas de la madrugada, sucedió en la misma cuadra donde funciona un sistema municipal de monitoreo, de modo que queda abierta la alternativa de que puedan ser identificados sus autores.

La nueva modalidad delictiva se había traducido primeramente en ataques para causar abolladuras o roturas en los vidrios de los automotores, pero luego comenzaron a incendiar esos vehículos, de modo que quedan completamente inutilizados.

Se ha dicho ya en esta columna que existen -y sobran- los motivos para que la población se encuentre alarmada por la inseguridad reinante. Los asaltos a mano armada, las entraderas y salideras, los robos a casas mientras no se encuentran los propietarios, los secuestros virtuales, los hurtos y otros graves delitos contra las personas y la propiedad integran un inventario demasiado nutrido, como para permitir que se instalen nuevas modalidades delictivas.

En lo que se refiere a estos actos de vandalismo algunos de los cuales también afectan el patrimonio público -especialmente las plazas y paseos- correspondería que rigiera un mayor celo preventivo por parte de las fuerzas policiales, que podría verse sustentado en mínimas tareas de inteligencia que podrían servir para identificar, acaso con alguna facilidad, a quienes protagonizan estos actos antisociales que, desde luego, en muchos casos, también son delitos y que por consiguiente deberían ser reprimidos.

Los distintos vecindarios, afectados por estos episodios, seguramente que están en condiciones de aportar referencias muy valiosas sobre la actividad de estos grupos. Por otro lado, los investigadores no debieran desoír las sugerencias que pueden formularle personas que conocen a fondo el movimiento y la vida de sus barrios. Lo cierto es que esta actividad delictiva y antisocial, que se ha visto incrementada en los últimos años, debería ser contrarrestada por un accionar preventivo y más eficaz de la fuerza policial.