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Van y vienen los rumores de crisis en el matrimonio formado por Alberto y Charlene de Mónaco. Hace unas semanas se cuestionó su unión, después de que se difundieran unas fotos de la princesa en actitud desenfadada durante unas vacaciones en el Caribe. Sin embargo, días más tarde la pareja volvió a aparecer junta, para desbaratar las opiniones de quienes apostaban por su separación
Diez días más tarde de que fueran publicadas las fotografías en las que Charlene de Mónaco disfrutaba en el Caribe sin su marido Alberto, el matrimonio reapareció para acallar los rumores de crisis en la pareja. Fue una de las pocas veces en las que se los vio juntos. La fecha: el pasado 2 de marzo.
Juntos asistieron a una cena benéfica para celebrar al patrón del país de Gales, San David, y el 125 aniversario del equipo de rugby British Lions. La causa era donar los fondos recaudados a la Fundación Princesa Charlene, que sirve de apoyo al deporte infantil. Al acto asistieron incluso famosos, como la actriz Catherine Zeta Jones.
No obstante, aquel desliz de la princesa Charlene tuvo más recovecos. Alberto II se encontraba en los Juegos Olímpicos de invierno (boreal), y en cambio su esposa prefirió pasar unos días de vacaciones en las playas caribeñas de San Bartolomé, Saint Barth, un lugar frecuentado por su clima cálido por la clase alta francesa.
Las imágenes se publicaron en la revista Bunte, en Alemania, y en Voici, en Francia. ¿Cómo se mostraba en ellas la ex nadadora olímpica, la princesa Charlene? Radiante, sonriente, disfrutando de la vida, junto a un grupo de hombres de cierta edad. Según parece, todos ellos forman parte del núcleo selecto frecuentado por la familia real monegasca, del príncipe Alberto a sus hermanas, las princesas Carolina y Estefanía.
La revista Bunte, con enorme despliegue gráfico, tituló, “¡Atrapados, las fotos del escándalo!”. No obstante, el propósito de Charlene y de su viaje, según aseguraron en su entorno, fue el de donar un equipo de salvamento por valor de 1.350 euros. Lo cierto es que, para este acto caritativo, con ese exiguo monto económico, el viaje dio la sensación de ser excesivamente largo.
Si los príncipes de Mónaco llegaran a tener un hijo, sería el heredero del Principado, ya que no tienen derechos sucesorios los dos hijos que Alberto tuvo antes de su matrimonio
Según fuentes oficiales del Principado de Mónaco, Alberto conocía muy bien los detalles del viaje de su esposa. Además, por ser quien es debía cumplir como representante de su país en los Juegos Olímpicos de invierno.
“Crisis sin precedentes”, “Crisis agravada” y “Matrimonio roto” son algunos de los comentarios que se pudieron leer en la prensa sobre aquel viaje. Aunque en Mónaco ya nadie se sorprende a causa del distanciamiento de Charlene y Alberto: siempre fue así, ya antes de su boda.
UNA PAREJA ATÍPICA
Los chismes sobre su relación se iniciaron tres días antes de su casamiento, el 30 de junio de 2011, cuando el sitio web del semanario francés L’Express publicó que la prometida del príncipe Alberto, Charlene Wittstock, había ido hasta el aeropuerto de Niza y tratado de tomar un avión para su país, Sudáfrica, después de descubrir algunos “asuntos” de la vida de Alberto.
Luego, una vez casados, los medios de comunicación se hicieron eco de que, durante su viaje de luna de miel a Sudáfrica, los príncipes dormían en hoteles diferentes, algo que el Palacio de Mónaco justificó desde el principio por las obligaciones de Alberto como miembro del Comité Olímpico Internacional.
Todos aquellos comentarios quedaron velados, también en aquella ocasión, cuando semanas más tarde, en el Baile de la Cruz Roja la princesa Charlene ofreció la imagen más bella de sí misma. Los rumores, los chismes, las maledicencias quedaron silenciados cuando apareció del brazo de su esposo, con un elegante vestido en satén fucsia (foto), de estilo sirena. Además, para que todo resultara redondo en la puesta en escena, lucía una espectacular joya, el collar Océan de Van Cleef et Arpels, de 850 diamantes y 359 zafiros, regalo de compromiso de su marido Alberto.
La pareja se mostraba cómplice, con sus sonrisas compartidas, con sus besos. Entonces incluso bailaron muy juntos al ritmo de Joe Cocker.
El príncipe Alberto, sin embargo, siempre se ha quejado de la prensa, por la publicación de lo que considera “rumores” sobre su pareja. En alguna ocasión ha mencionado que, tras esas informaciones, se escondían “celos” de una o de varias personas de su país: sólo trataban “de hacer daño”.
En mayo de 2013, Charlene, de 36 años, concedió una entrevista al periódico The Sunday Times. En la misma, hablaba del trabajo hecho por su fundación, de sus planes para convertirse en madre y se refería al príncipe Alberto como “el amor de mi vida”.
“No me siento presionada para tener descendencia. Si ocurre, ocurre”, precisó. “Tuvimos una gran boda. Después de eso hubo un periodo de adaptación. Quería que mi fundación estuviera en marcha, ahora creo que los hijos llegarán”, añadió.
RELACIONES CORRECTAS
El caso es que, en público, las relaciones de Charlene y Alberto se pueden considerar como correctas. Son representantes del Principado y cumplen con su papel institucional con profesionalidad. Otra cosa diferente es el terreno de lo personal. A ella se la puede ver por París de compras; a él, practicando sus deportes favoritos con sus amigos.
En julio de 2014, se cumplirán tres años de su casamiento, celebrado el 2 de julio de 2011. Poco antes de su boda, el príncipe Alberto y su entonces todavía prometida, Charlene Wittstock, afirmaban que querían tener un hijo pronto, según relataban en una entrevista a la publicación francesa Le Journal du Dimanche. “Me encantan los chicos -decía la ex nadadora- y tener una familia está entre nuestros proyectos. Esperamos tener un hijo pronto”. Además, el príncipe indicaba, en la misma entrevista, que los dos tenían ganas de casarse, aunque no sentía “ningún estrés particular”.
Si los príncipes de Mónaco llegaran a tener un hijo, sería el heredero del Principado, ya que no tienen derechos sucesorios los dos hijos que Alberto tuvo antes de su matrimonio: una joven de 22 años fruto de una relación con una estadounidense y un niño de 11 que nació de un idilio con una azafata de Togo. El tiempo dirá si los rumores sobre sus desavenencias son infundados. Lo cierto es que, por el momento, su unión se halla bajo sospecha, y su matrimonio ya se puede calificar de extraño. O casi mejor, peculiar.
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